Siguiendo la línea de The Blair Witch Project, Cloverfield y de Paranormal Activity, el director Olatunde Osunsanmi entrega The fourth kind, un film que pretende redoblar la apuesta de las anteriores. La película comienza con Milla Jovovich presentando la “investigación” en la que se basa esta película, que la incluye en el papel de la doctora Abbey Tyler. The fourth kind pone en paralelo una parte “real” y otra de ficción, una recreación de los acontecimientos en los que se ve involucrada esta doctora a través de sus pacientes. La parte “real” está compuesta por una entrevista del director con una traumada doctora Tyler y por las filmaciones de las sesiones de hipnosis de sus pacientes.
Nótese que se han colocado comillas donde dice “investigación” y “realidad”. Esto es debido a que, desde el primer momento en que se presenta la entrevista con la doctora Tyler, sabemos que sólo se trata de una ficción disfrazada de evento real, a la que se le ha adosado una supuesta ficcionalización, que no deja de ser una ficción dentro de otra. Después de The Blair Witch Project, y de que muchos asumieran ese film como documental, para darse cuenta después de la trampa promocional en la que habían caído, es muy difícil engañar al espectador con el mismo truco. Eso no quiere decir que Cloverfield y Paranormal Activity creyeran que podían jugar con el espectador del mismo modo que aquella, su supuesto tono documental era un artilugio para jugar con el poder de impacto de lo que se presentaba como registro directo de los hechos, habilitado por la masividad de la tecnología de video digital, y las consecuencias de este fenómeno en la sociedad, como Youtube.
Si The fourth kind intenta ir más allá, es porque presenta en paralelo, y con pantalla dividida, un supuesto registro (las filmaciones a los pacientes), y la reconstrucción escénica de este mismo registro, cuando en realidad ambas imágenes carecen de un antecedente documental, lo que supuestamente es registro y antecedente de su contrapartida ficcional, es una ficción más, presentada en forma de registro, pero ficción al fin. Este juego entre dos ficciones, una dentro de otra (que no se presenta como tal pero lo es), podría sonar interesante si fuese el punto de partida de un relato capaz de sostener el suspenso o el horror que promete.
Pese al curioso experimento de hacer interactuar a una ficción con su recreación, La cuarta fase consigue mucho menos de lo que promete, su supuesto horror se reduce a los típicos artilugios efectistas, con impactos sonoros y posesiones que, por excesivamente convencionales y por carecer de una pertinente dosis de suspenso, están lejos del escozor que pretende causar al espectador.
Dato aparte, en la entrevista del director con la alterada (y “real”) doctora Tyler, cuyos fragmentos articulan toda la película, se aprecia un cartel demasiado presente en la escenografía del estudio que dice “Olatunde Osunsanmi presenta una entrevista con la Dra. Abbey Tyler”, el nombre del director aparece con la misma presencia que el nombre del personaje, y cada vez que se vuelve a esta entrevista podemos notar este cartel. Si a eso le sumamos el graph que lo presenta cuando le hace las preguntas pertinentes a su “entrevistada”, podemos afirmar tranquilamente que pocas veces se ha visto un intento tan torpe y tan alevoso por hacernos recordar el difícil nombre del director.
Alguien le tendría que haber dicho a Osunsanmi que, en vez de preocuparse por colocar su nombre en cada fotograma, debería haberse ocupado en imprimirle un poco de ritmo, de suspenso y de verosimilitud a esta cosa que pretende llamarse… ¿terror?