La imagen vacía
Si el filme se plantara dentro un terreno definido –documental o ficción-, quedaría mucho más en evidencia su falta de pudor y decencia.
Tanto el cine romántico como el de terror hollywoodense están en una crisis de representación. No parece tanta casualidad el hecho de que en la misma semana confluyen dos estrenos, El caza recompensas y Contactos de cuarto tipo, que evidencian esos respectivos bretes.
El filme protagonizado por Milla Jovovich se quiere ubicar entre fenómenos de culto, vinculados al poder de la imagen y su enlace con lo real y próximo, como son El proyecto de la Bruja Blair, Cloverfield y Actividad paranormal. Pero el procedimiento utilizado por el director –combinando las imágenes supuestamente reales de los hechos que se documentan, junto con una recreación ficcional- sólo funciona en determinadas secuencias, donde lo verosímil y cercano se conecta con el espectador, haciéndole preguntarse si lo que está contemplando no es una recreación, sino pura verdad. En la gran mayoría de los casos, su efecto, su consecuencia a nivel puesta de escena y narración, es la más absoluta redundancia.
Incluso una redundancia irrespetuosa, que no tiene empacho en trivializar, a través de la duplicación, el sufrimiento y el horror vivido por los personajes, que no comprenden lo que les pasa y llegan a accionar de forma extrema. Si el filme se plantara dentro un terreno definido –documental o ficción-, quedaría mucho más en evidencia su falta de pudor y decencia para con lo que se relata. Pero es su hipocresía la que le permite tan sólo pasar como intrascendente.
Encima uno se pregunta qué anda haciendo por ahí Jovovich, una actriz que nunca ha alcanzado grandes cimas, pero que ha demostrado poder cargar sobre sus espaldas papeles dentro de la acción o el terror, sin intimidarse. Lo mismo referido a Elias Koteas, eterno actor de reparto, sólido y humano como pocos, y que en un filme que le dio la chance de adquirir protagonismo, como fue La delgada línea roja, supo estar brillante.
Mientras el horror norteamericano hace rato que no sacude las estanterías y recurre cada dos por tres a remakes carentes de alma, directores como John Carpenter, George Romero o William Friedkin, que nos han regalado grandes sustos, penan para poder filmar.