Steven Soderbergh es, curiosamente, uno de esos directores cuya carrera es como una montaña rusa: rápida, vertiginosa y con muchos altibajos. Claro, no debe ser fácil para ningún realizador debutar en cine con una película que se lleva la Palma de Oro en Cannes y después tener que sostenerlo en el tiempo. A él le pasó con “Sexo, mentiras y video” (1989). De ahí en adelante fue de delirios como “Kafka” (1991) a comedias livianas como “Un romance peligroso” (1998), y de estar nominado a dos Oscar el mismo año (2002) por dos películas (“Erin Brockovich” y “Traffic”, ganándolo por esta última), a filmar una saga con un mega reparto de súper estrellas (las tres de “La gran estafa”, 2001).
Si uno analiza la carrera completa de Soderbergh se dará cuenta que es un director mucho más funcional a Hollywood que a él mismo. Vale decir, cuando quiere volver a filmar lo que a él le gusta, o algo más personal, suele dar pasos en falso como, por ejemplo, ver en su casa “Solaris” (1972) de Tarkovsky y luego hacer una película del mismo nombre, en 2002, para explicársela al público americano despojándola de metáforas, simbolismos y demás.
El estreno de “Contagio” parece un resumen de todo lo expuesto anteriormente, o sea un muestrario de la carrera de Soderbergh en todos los sentidos. Algo parecido al racconto de la filmografía de Spielberg claramente visible en su versión de “La guerra de los mundos” en 2004. Punto.
Hollywood se las ha arreglado siempre para describir lo bestial, poderoso, tremendo e invencible. Esa amenaza generadora de miedo y paranoia en cualquiera de sus formatos, ya sea un gorila gigante, un terremoto, un avión fuera de control, un tornado, un meteorito que va a chocar contra el planeta, y ni qué hablar de los extraterrestres o el terrorismo. Todos fantasmas que rondan el inconsciente colectivo convirtiéndose en lo que se conoce como cine catástrofe. La mayoría de las veces han sido amenazas palpables o visibles. ¿Pero qué pasa cuando esa amenaza no se puede ver ni controlar? Bien, Soderbergh usa dos generadores de paranoia colectiva al mismo tiempo en “Contagio”: Una enfermedad letal, peor que la gripe A, y la histeria colectiva disparada desde los medios de comunicación con hincapié en las redes sociales.
En los primeros 40 minutos el realizador se las arregla para ser absolutamente contundente en su propuesta. Se sabe que el virus N1H1 no sólo no pasó desapercibido para la opinión pública; sino que además instaló en los medios y en la calle una reacción en cadena como pocas veces se ha visto. Así, el espectador se va conectando con todo aquello que vio y escuchó respecto de la transmisión del virus, y asiste a un in crescendo ansioso con planos detalles de gente estornudando, tocando puertas, ventanas, caños de subte, manijas, maníes, y ¡vaya a saber cuanta otra cosa!. Vivo como el hambre, el director instala el miedo y la desesperación en el espectador a partir de conocer perfectamente los mecanismos mediáticos, y la reacción de la población mundial ante semejante epidemia.
El guión de Scott Z Burns (quién ya había trabajado con Soderbergh en “El desinformante” en 2009) arranca inteligentemente con en inicio del contagio y un cartel que dice “Dia 2”. El espectador sabrá que falta información y no estará de más pensar en una suerte de McGuffin en este sentido, o sea ese interés generado en el espectador por algo que en realidad no es lo importante.
A partir de que Beth (Gwyneth Paltrow) sale de China con síntomas de gripe contagiando a gente que va a otros destinos del mundo, y comienzan a crecer un manojo de historias que no siempre están resueltas al mismo ritmo. El cruce de intereses por el manejo de la situación por parte de las autoridades, científicos calificados (animados por Lawrence Fishburne, Marion Cotillard y Kate Winslet) con la tarea de diagnosticar y tratar la pandemia, un blogger (Jude Law) que empieza a tener millones de seguidores a partir de publicar el nombre de un remedio, además de tirarse contra los laboratorios incluidos en el sistema médico estadounidense y, finalmente, la marca de las consecuencias de semejante catástrofe personificada mayormente en Mitch (Matt Damon), el esposo de Beth.
Una historia vertiginosa al principio, con algunos altibajos en la mitad y un desenlace en el cual parecen haber chocado el deseo del director con el bolsillo de los productores, dada la resolución de algunas de las situaciones planteadas tendientes a corregir la incorrección política del realizador como, por ejemplo, instalar a los grandes laboratorios como villanos ocultos y luego desviar culpas hacia el personaje de Jude Law.
De todos modos, “Contagio” es una producción entretenida que se da el lugar para algún mini debate, café mediante, a la salida del cine. Tenga cuidado con tocar el pocillo, la cucharita, el respaldo de la silla y el vuelto del mozo...