Contagio

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Manuales de comportamiento

Caso digno de análisis el de Steven Soderbergh, un director que saltó a la fama desde el ámbito independiente con Sexo, mentiras y video, que le hizo acreedor a la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1989. Luego comenzó a desarrollar una ecléctica -despareja sería mejor decirlo- en los sectores más mainstream de Hollywood, aunque buscando conservar siempre cierta aura de outsider. Lo favoreció su capacidad para filmar con estrellas de todo calibre, más una habilidad para darle cierto plus a la puesta en escena de sus films, todos ellos con algún rasgo de estilización y distanciamiento cuasi paródico respecto de los personajes, pero sin apartarse de los cánones comerciales. Esto se puede ver en la construcción funcional pero no realmente comprometida de la pareja de George Clooney y Jennifer Lopez en Un romance peligroso; el desfile cool y las vueltas de tuercas astutas de la serie de La gran estafa (excepto en la segunda parte, donde todo, absolutamente todo, es un desastre); y en todas las piezas puestas al servicio de Julia Roberts en Erin Brockovich. La peor vertiente de su cine había podido verse en Traffic, donde los retoques estéticos en la fotografía y la supuesta vocación de polémica estaban al servicio de una trama tan falaz como esquemática, con todos los lugares comunes disfrazados de innovadores: la estupidez disfrazada de inteligencia. Cierto es que Soderbergh había dado un vuelco interesante con algunos de sus últimos films, como el díptico del Che Guevara, o El desinformante, donde se percibía una real pulsión por salir de los esquemas del biopic o las historias reales.

Hay que decir primero que nada que Contagio no está nada mal, que se ve sin problemas y que su primera mitad tiene algunos excelentes momentos. Soderbergh vuelve a recurrir a su característico distanciamiento, yendo por un camino diferente al que iba una película de temática similar como Epidemia. La cinta dirigida por Wolfgang Petersen y protagonizada por Dustin Hoffman era antes que nada un relato de pura acción, de drama tensionante, donde Hoffman se erigía prácticamente en un héroe de acción bienpensante. Distinto es lo que vemos en Contagio, no sólo por su escala global y cuasi apocalíptica. De hecho, también se diferencia de exponentes del género catástrofe, ya que evita la espectacularidad.

A Soderbergh no le importan (al menos en primera instancia) las personas, los hechos o los espacios afectados más que como elementos funcionales a algo más, que son los procedimientos o normativas. Los múltiples protagonistas de la película -que en la mayoría de los casos no se cruzan- son individuos (muchos de ellos verdaderos profesionales) siguiendo reglas pautadas de antemano, aunque no estén escritas en papel. Burócratas, científicos, políticos, militares, periodistas, incluso las víctimas, todos se guían por pautas preestablecidas. Soderbergh se dedica a contemplarlos, analizando sus códigos y midiendo la solidez de ciertas construcciones institucionales y tradicionales que forjan al ser humano, incluso frente al dolor. Esto se ve de forma muy patente en el escudo que parece construir el personaje de Matt Damon, que pierde a su esposa e hijastro, y se concentra en seguir adelante para proteger a su hija. Donde demuestra ser muy efectivo el film es en la exploración de los límites de las leyes humanas, hasta dónde cada individuo, grupo o núcleo social puede aferrarse a las nociones que se construyó (o le construyeron) previamente.

Esto se refuerza gracias a un elenco donde todos están bien, donde sorprende cómo nadie exagera la nota, ni siquiera actores que en el pasado han demostrado que, si no hay un director que los controle, pueden irse al demonio. Todos, desde Damon hasta Marion Cotillard, pasando por Laurence Fishburne y Kate Winslet, están en el tono justo. Da hasta para pensar que si aparecía Al Pacino, tampoco hubiera estado desbordado.

El problema es que en la segunda mitad el conflicto central del virus matando millones de personas y destruyendo los cimientos de la humanidad no parece ser suficiente. Y surge cierta necesidad de crear drama, de incorporarles a los personajes un lado humano, personal, incluso ideológico, que termina siendo bastante forzado. Esto se nota especialmente en el caso del personaje de Jude Law, con su declamación permanente, pero también con los de Fishburne y Cotillard. Donde ese factor encaja con mayor lógica, creando empatía, es en el caso de la historia de Damon, lo cual no deja de ser coherente, porque desde el principio esa subtrama está marcada por la pérdida, el duelo y el miedo.

Clínica, seca, Contagio funciona como tratado sociológico aunque no tanto como drama humano. Aún así, su mecanismo narrativo avanza como un relojito, con total precisión. Su lógica, casi innegable, no deja de ser inquietante.