Necesidad de velocidad
Contra lo imposible (Ford v Ferrari, 2019) dramatiza la histórica rivalidad entre las compañías automotoras Ford y Ferrari, las cuales pelearon en 1966 por el título mundial en la carrera de resistencia “24 Horas de Le Mans”, pero la biopic no trata sobre un duelo entre corporaciones así como los intentos de dos hombres por pelear sus propias batallas en su campo predilecto.
Del lado de Ford Motor Company se encuentran Carroll Shelby (Matt Damon), diseñador de autos, y Ken Miles (Christian Bale), piloto de carreras. Ambos son veteranos de guerra y apasionados por la velocidad, pero Shelby había renunciado a las carreras tras ganar Le Mans en 1959 y Miles se encontraba a punto de tocar fondo debido a problemas económicos y su “difícil” reputación. Ambos saltan ante la oportunidad de probarse a sí mismos nuevamente, diseñando el Ford GT40 y poniéndolo a prueba contra Ferrari, que llevaba ganando 5 años consecutivos.
La trama se encuentra, apropiadamente, en un constante estado de fricción: entre Shelby y Miles, que difieren sobre cuán personal se toman su deber; entre la dupla y Ford, que encara todo como una cuestión de marketing, a menudo contraproducente; y entre Ford y Ferrari, encabezados por Henry Ford II (Tracy Letts) y Enzo Ferrari (Remo Girone). Su rivalidad es, por metonimia, la misma que históricamente ha tensado la relación entre Estados Unidos y el Viejo Mundo: la pretensión del nuevo rico y la arrogancia de la vieja élite. Nadie produce autos en cantidad como Ford y nadie produce autos de calidad como Ferrari. Cuando el primero intenta comprar al segundo, Il Commendatore los saca carpiendo y por orgullo Ford le declara la guerra.
Dado que hay tantas cosas en juego a lo largo de tantos niveles de conflicto, la trama mantiene el interés y posee más dimensión que una sencilla oda al deporte. No que se desatiendan las secuencias automovilísticas. Son tan espectaculares como las leyes de la física lo permiten. Filmando en primera persona los puntos de vista de los autos con ángulos bajos y lentes angulares, las carreras poseen una intensidad y visceralidad a la altura de las persecuciones de Contacto en Francia (The French Connection, 1971) y Ronin (1998). No sólo sentimos la velocidad de los autos sino el peso de las máquinas y cuan real es el riesgo de un accidente segundo a segundo.
Damon y Bale dan dos interpretaciones excelentes. Bale es la mitad idealista del dúo, actuando con su acostumbrada intensidad y corporalidad. Hay algo de autorreferencia cómica en la famosa testarudez de Ken Miles, que es una mezcla paradójica de buen humor y mal carácter. Damon tiene un papel menos ostentoso pero igual de engañoso, utilizando su sentido común para aplacar el id de Miles por un lado y apelar a la vanidad de ejecutivos corporativos por otro. Así como el conflicto se escinde en varios niveles, Shelby es un hombre peleando en varios frentes a la vez.
Dirigida por James Mangold, la película se alarga demás hacia el final de sus dos horas y media, pero es un atractivo balance entre drama y espectáculo, sostenida por las actuaciones principales, roles secundarios atractivos, una trama atrapante y de las mejores escenas de alta velocidad que el cine tiene para ofrecer estos días.