La nueva película de James Mangold, "Contra lo imposible", es de esos proyectos con la temporada de premios en la mira. El vigor de Mangold para dirigir, y las actuaciones, en especial de Matt Damon, la elevan, un poco, sobre la media. Estamos en el último cuarto del año, y eso, entre otras cosas, significa una cosa, comienzan a llover los estrenos que, desde su génesis, sabemos que tienen altas chances de aparecer entre los nominados (y ganadores) de los premios de mayor popularidad.
En la lista final puede aparecer alguno(s) que le escapa a esta lógica, pero esos no suelen ser películas cuya producción tengan en vista el Oscar desde el vamos, sino más bien como algo colateral (caso "Joker"). De acá en más se avecinan esos estrenos a los que hay que prestarles atención si queremos armar el prode ganador.
Contra lo imposible es eso, sin disimulo. Es ese tipo de película que tiene todos sus ingredientes medidos para caer bien en la Academia, que no tienen en sus planes tomarse ninguna osadía, y generan – aun sin saberlo a ciencia cierta – sus promociones de taquilla en estas posibles nominaciones. Es llamativo el título local.
"Contra lo imposible" es una horrible “traducción” desapasionada del original "Ford vs Ferrari" más fiel a la historia. Pero también, este título genérico local, desnuda más esas intenciones prototípicas y edificantes que el film se propone. Más allá del vs del título original, Contra lo imposible nos cuenta la historia de una amistad.
También es una biopic básica y doble, que toma un momento conjunto y específico en la vida de dos personajes célebres para el mundo del automovilismo norteamericano. El Ford GT40 es un auto insignia de la marca del óvalo y, lo dicho, del automovilismo de su país de origen. Durante la década del ’60 ganó consecutivamente las míticas 24hs de Le Mans, y es el único automóvil estadounidense en lograr ese título.
"Contra lo imposible" nos presenta la historia de los dos hombres que lo hicieron posible, el mecánico y automovilista Ken Miller, y el diseñador Carroll Shelby. Son los vibrantes años ’60, años de mucho estilo, elegancia, y masculinidad. Atrás quedó el mito de Ford como esa empresa que metió un coche en la casa de cada obrero. La empresa no atraviesa sus mejores años, y su gerente Leo Beebe (Josh Lucas) no parece encontrarle la vuelta a una reactivación.
Por otro lado, Ferrari se convirtió en el líder indiscutido de las pistas, y si bien no tiene una producción gigante y popular, se convirtió en una marca de prestigio y prestancia que amenaza a nivel mundial a la más mundana empresa yanqui. Con la soga al cuello, el plan de Beebe es imitar a sus competidores, y lanzarse a la producción de un auto competitivo que haga ver a Ford como una marca que también tiene con qué.
Carroll Shelby (Matt Damon) y Ken Miller (Christian Bale) son dos amigos que se desarrollan como automovilistas y mecánicos. Sus personalidades son algo contrapuestas. Mientras Shelby es más diplomático y carismático, Miller puede ser irascible, incontrolable, y no está dispuesto a conceder para pertenecer.
Se sabe que Miller es el mejor automovilista de su generación, pero su carácter no solo no lo ayuda, le hace perder todas las oportunidades. Cuando la Ford busque a Shelby para que diseñe un automóvil para ellos, este aceptará, y luego presionará, manipulará, para que contraten a Miller como el piloto principal para la carrera de las 24hs horas de Le Mans. Por supuesto, Contra lo imposible es una historia de superación.
Un personaje que viene de las clases trabajadoras estadounidenses, de los suburbios más clase media humilde, con una familia tradicional, una esposa abnegada, un hijo idílico por el que vale la pena hacer todo para salir adelante, y mil tropiezos hasta el triunfo ¿Se puede ser más cliché?
Sí, porque en frente tiene al magnate de Ford y su gerente, y peor aún a los italianos soberbios de Ferrari (a los que ni siquiera se les da una personalidad muy definida, son arrogantes). Carroll Shelby es como el puente entre ambos, el personaje con un pie acá y otro allá, también funcional a los propósitos edificantes de la historia, la amistad entre dos seres de clase distinta es posible.
Si existe una formula para este tipo de películas, el guion escrito a seis manos entre Jez Butterworth, John-Henry Butterworth, y Jason Keller la aplica al pie de la letra sin salirse ni una coma. Desde las frases protótipicas a ese patriotismo (no muy) solapado, todo está ahí. También una película que enaltece bastante la masculinidad y el paternalismo, en una época en la que el feminismo pareciera regir más la agenda bien pensante.
Ni se lo cuestiona, los autos son un símbolo de virilidad, el hombre es el proveedor, y el único personaje femenino relevante es apoyo incondicional y condescendiente a la conducta más salvaje y antisocial de sus esposo. Por suerte, detrás de cámara se ubica James Mangold, un director que silba bajito, no mantiene un perfil muy alto en Hollywood, pero hace dos décadas que viene metiendo títulos destacables aún en películas por encargo.
Desde "Copland"," Identidad", o "Walk the line", a "Kate & Leopold" y "Logan", todas tienen algo que las elevan entre sus similares, y aquí repite. Ese algo es su presencia. Mangold filma con criterio y pasión. Se sube arriba del auto y pisa el acelerador, nos hace parte, sentimos el vértigo sin hacerlo convulsivo ni un mero efecto de montaña rusa adrenalínica.
Se equipara a aquella hermosura de Ron Howard en "Rush", la pasión por las pistas logra ser transmitida en el lente del realizador. También pisando suelo, Mangold transmite emoción con sus encuadres, sus tiempos, sus elecciones para la composición de cuadro. Cada vez que el guion descansa sobre un manual que tiene prohibido innovar, Mangold, aún con clasicismo (y alabado que así sea), lo rescata diciendo más con la imagen que en palabras.
También demuestra ser un gran director de actores. De esos que arman el cuadro para que todos tengan su espacio sin pisarse y sin salirse de la marcación.
La mirada está puesta sobre Christian Bale quien cuenta con el personaje con más herramientas para lucirse. El actor logra sus tics usuales, y un gran trabajo en maquillaje logra relucirse un rictus de cara alargada que lo favorece en este personaje clásico de su década. Matt Damon está más suelto, más desprovisto, y logra una interpretación carismática y brillante.
Puede pasar del humor a la emoción en un segundo; y transmite con su mirada mucho más de lo que otros logran con un texto. "Contra lo imposible" es un film pulcro y correcto, que emocionará a los amantes de las pistas, y a quienes busquen historias edificantes. Aquellos que pretendan romper el molde, darle una vuelta de tuerca, o ir más allá, no lo van a conseguir, pero por suerte pueden refugiarse en los ojos de un gran director.