Una gran orquesta narrativa en natural expectativa por los Oscar
Luego de haber incursionado en las fuentes del mundo de superhéroes rompiendo casi todos los parámetros con esa muestra de cine negro que fue “Logan” (2016), James Mangold se mete en la historia del automovilismo con una curiosa anécdota que deriva en uno de los hitos de ese deporte.
Había quedado alta la vara cuando en 2013 Ron Howard entregaba “Rush: pasión y gloria”, que centraba su eje dramático y anecdótico en ese gen competitivo que derivó en la eterna rivalidad y amistad entre John Hunt y Nikki Lauda, pero a diferencia de aquella entretenida muestra de antagonismos, aquí hay una virtud adicional y destacable en el guión de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller: La construcción del "villano", del cuco a vencer.
Hay en la primera media hora un sólido armado de personajes en escenas muy simples, pero de situaciones contundentes. Carroll Shelby (Matt Damon) destacado ex corredor, y ahora devenido en emprendedor de negocios, encara el relato con su voz en off para hablar de la velocidad y de cómo a cierta cantidad de RPM todo deja de existir y el auto es un objeto flotando en el espacio-tiempo (o algo así). Ken Miles (Christian Bale) y su particular forma de moverse, es un eximio piloto con exceso de rabieta, y un mecánico sobresaliente que ama los autos. Está en su taller despachando pícaramente a un cliente que cree que sabe de autos "solo por tener un súper sport", Henry Ford II (sólido Tracy Letts) entra en su área de producción y ensamble, hace apagar todas las máquinas y frente al silencio total vocifera a ejecutivos y operarios: "¿Escuchan? Es el sonido de la bancarrota. Si para el lunes no vienen con ideas nuevas ni se molesten en venir", y Lee Iacocca (Jon Bernthal) como gerente de marketing, sale con la disparatada (en un principio) idea de poner la marca Ford en la cabeza del consumidor a partir de lograr ganar la famosa carrera 24 horas de Le Mans. Lo único que deben encontrar es un buen emprendedor de renombre y un eximio piloto y mecánico.
Todo esto, claro, colabora para que estas cuatro vidas se crucen en pos de un aparente mismo objetivo: ganarle a Ferrari. James Mangold sabe bien que hay trampa en una película como esta y por eso apuesta casi cien por cien al relato humano. Al vínculo entre Ken y Carroll que en definitiva es lo que sostiene el eje dramático de la historia con sus idas y vueltas, sus peleas y sus formas de reconciliarse. Matt Damon y Christian Bale logran que cada uno de nosotros quiera ser amigo de estos dos y tomar una cerveza juntos, incluso si acaban de pelearse en la vereda con la esposa de uno de ellos como testigo (sentada en una reposera tomando una cerveza, en una de las mejores escenas del filme). Ese vínculo se vuelve poderoso por fuerza actoral obviamente, pero también por el tiempo que se toma el director para afianzar ese trabajo en el guion escrito.
El relato crece a medida que crece esa relación y tácitamente se agiganta ese otro "cuco" tan bien construido por referencia de los personajes. Salvo por la aparición de Enzo Ferrari (Remo Girone), y algunas tomas de su figura encumbrada, el monstruo automovilístico ruge a las sombras de los intentos por mejorar la mecánica del novato competidor y se agiganta ante cada fracaso. No era necesario cambiar el título para su estreno local. Lo elemental del original es lo suficientemente contundente para cualquiera que se ponga a imaginar la contienda luego de escucharlo: Ford vs Ferrari. David contra Goliath. Es suficiente.
En “Contra lo imposible”, todo funciona como una gran orquesta narrativa. Son esperables las nominaciones a edición y mezcla de sonido, banda sonora, montaje, etc y es que efectivamente, estamos frente al relato tradicional arraigado en lo más profundo de la cultura cinematográfica norteamericana, con el aditamento personal del realizador que, sin dejar de cumplir con el objetivo, se guarda cuatro o cinco momentos de firma personal (la escena de la llave inglesa, la pelea en la vereda, el encuentro con Enzo Ferrari y, por supuesto, la clara crítica al corporativismo cuando este va en desmedro de la fuerza de trabajo que lo hace funcionar. “Contra lo imposible” irá por el Oscar sí, pero no dejará de ser una buena muestra de cine bien hecho cuando éste sirve para mostrar lo agridulce de algunas leyendas gloriosas.