Esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio.
Esta columna no trabaja alrededor de la idea “buenos actores + buena fotografía + bueno (n)...= “buena película”. Eso no es criticar (que implica mirar la relación del todo) sino una fórmula que no aporta nada a comunicar un motivo para ver un filme.
Aclaramos porque lo primero a decir de “Contra lo imposible”, que se llama en realidad Ford Vs. Ferrari y es la historia de cómo las dos marcas compitieron intensamente en las 24 horas de Le Mans de 1966 (duelo extraordinario que muchos todavía recuerdan) es que es excelente en todo rubro técnico y estético. Pero ese genial vestido perfecto –que incluye los trabajos de Matt Damon y Christian Bale absolutamente poseídos por la tensión del hecho y del relato– es imprescindible para comunicar algo mayor: cómo la obsesión por lograr algo no sólo requiere de coraje sino, también y fundamentalmente, de saber.
Sí, esta es una película sobre el saber y el conocimiento, lo que implica que –como toda gran película– es también un filme sobre el poder y su ejercicio. La relación entre el diseñador que interpreta Damon y el corredor que personifica Bale es, además, la construcción de un solo y único personaje que se cristaliza en el auto, vehículo –sí, bueno, ¿qué palabra usaría?– de puras ideas y de puro vértigo. Dirige un gran realizador de westerns modernos, James Mangold, el de “Copland”, “Logan” y “El tren de las 3.10 a Yuma”, un tipo al que hay que reevaluar seriamente.