La historia grande y también la pequeña.
En la segunda mitad del siglo XIX, Paraguay era el único país sudamericano que, en contra de la política de libre comercio, impulsaba el desarrollo autónomo y el proteccionismo. En ese contexto, hacia fines de 1864 se desató una guerra civil en Uruguay. El Imperio del Brasil invadió ese país en apoyo del Partido Colorado, mientras que el mariscal Solano López, presidente del Paraguay, acudía en defensa del Partido Blanco. Bastó que el gobierno guaraní se apoderara de un buque mercante brasileño para que la guerra quedara declarada. Poco más tarde, Solano López solicitó permiso a Mitre para atravesar territorio argentino rumbo al Uruguay, tal como había hecho el ejército brasileño, pero el futuro fundador del diario La Nación previsiblemente se lo negó. Solano López ocupó Corrientes y Mitre le declaró la guerra, dando inicio a la Guerra de la Triple Alianza, que duró cinco años, fue la más grande y desigual de la historia sudamericana, y terminó con el exterminio casi total de la población paraguaya. Escrito y dirigido por Federico Sosa, el documental Contra Paraguay reconstruye la historia de esa guerra, y en la misma medida que la reconstruye se plantea qué implica reconstruir la Historia.
“Se le enrostra a Gaspar Rodríguez de Francia haber sido un dictador, como si en su época en Sudamérica no hubieran sido todas dictaduras”, afirma, provocativo, el historiador León Pomer, el mayor especialista argentino en el tema (es autor del clásico La Guerra del Paraguay: Estado, política y negocios, Editorial Colihue, 1968 y reediciones), para concluir que el Directorio de la Revolución de Mayo no era otra cosa que eso. Tanto Pomer como un grupo de historiadores treintañeros se remontan hasta el doctor Francia, hallando en él la semilla del independentismo y la política antilatifundista de Solano López, a la que obviamente contraponen, bien en la línea del revisionismo histórico, con la línea Rivadavia-Mitre y sucesores. Varias razones hacen de Contra Paraguay un buen documental. Una es que se trata de un registro histórico que –a diferencia de, por poner un ejemplo bien a mano, Palestinos Go Home!, estrenada un par de semanas atrás– no considera que la verdad histórica es un hecho uniforme e inamovible, sino que la pone en cuestión. Tanto en términos teóricos, a cargo de este grupo de historiadores sub-40 no identificados, como prácticos, al dar la palabra a un respetable historiador liberal tampoco identificado (los zócalos con data personal no serán lo más original del mundo, pero resultan útiles).
La segunda razón por la cual Contra Paraguay es bueno es que contiene toda la información necesaria. El medio millón de muertos del lado paraguayo, el 75 % de la población total que eso representaba (hubiera faltado agregar el 90 % de la población adulta masculina), el hecho de que el “ejército” paraguayo no fuera tal en verdad, ni en términos de pertrechos ni de grados ni de entrenamiento (Solano López era el único general y sus soldados combatían en patas), los 15.000 muertos en 4 horas en la batalla de Tuyutí, el hecho de que esos soldados no se rendían al enemigo, el año y pico que le llevó al ejército brasileño atrapar finalmente al general, tras la derrota de sus hombres. Es bueno porque cubre la historia grande y la pequeña. Como cuando deja entrar al director de un museo que recoge personalmente hasta los más pequeños restos de armamento oxidado, o en la referencia al escuadrón de niños que para impresionar al enemigo fueron a pelear con barbas postizas.
En términos formales, Contra Paraguay es bueno porque no se atiene a formas rígidas. Incorpora lo que necesita para narrar su historia: testimonios orales de especialistas, sobremesas de vino y asado, un recorrido en tiempo presente por los sitios del pasado. Como nexo entre esos materiales diversos se apela a la presencia de un actor-protagonista, que se mantiene un poco extrañamente mudo. Desde ya que se aconseja ver Contra Paraguay en tándem con la notable Cándido López, los campos de batalla (2005), que a partir de los fabulosos cuadros del pintor manco viaja también en busca de la misma historia.