Lo mejor que dirigió Simon West puede rastrearse en Con Air, y no precisamente por el film en cuestión (bastante aburrido incluso para ser un entretenimiento descerebrado) sino por dos de sus personajes: Cyrus el Virus -John Malkovich- y Garland Greene -Steve Buscemi-, dos trastornados de riquísimas posibilidades que no fueron explotadas como correspondía. Suponemos que eso no resultó problemático para Malkovich y Buscemi, que se habrán divertido horrores cobrando sendos cheques por el medio polvo que interpretaron. Bruckheimer paga muy bien, si no me creén pueden consultar cierto documental de Peter Hanson donde el viejo Paul Schrader deja en claro lo jugosos que resultan los cheques que expide el buen Jerry.
Contrarreloj nos vuelve a enternecer -igual que Con Air- con Nicholas Cage saliendo de prisión con un osito de peluche que le regalará a una hija que ya está grande. Lo único que cambió en todo este tiempo es su peinado, pero eso es obvio. Su estancia en prisión correspondió con un atraco imperfecto, de esos en que los ladrones se ponen a discutir pelotudeces con el botín en la mano en vez de salir rajando y los policías te tienen a 20 centímetros de distancia pero en vez de volarte la cabeza de un tiro te miran a lo macho, te tantean la virilidad o algo así.
Will (Nicholas Cage) sufre del bacilo Carlitos Way y apenas queda libre ya están complicándole la existencia: Su hija es secuestrada por un antigüo socio que -además de estar completamente rayado- reclama una millonada por el rescate, la millonada de aquél atraco imperfecto del párrafo anterior. El film transcurre sin maravillas desde ese momento hasta su desenlace, y en el medio nos ofrece persecuciones, tiroteos e incluso ejercicios de parkour muy poco recomendables en una ciudad de arquitectura tan castigada como Nueva Orléans (donde después de Katrina los pisos quedaron flojos y los cielorrasos se desploman velozmente). Tampoco falta el detective idiota que usa sombrero, el negro buena onda y los interminables desfiles de Mardi Gras. El devenir de la historia se mantiene vivo a través de circunstancias tan imposibles que resultarían simpáticas si la acción fuera aceptable, pero no lo es.
El gran problema de Contrarreloj es que no ofrece nada nuevo y sólo podría perdonársele la vida como un entretenimiento más, pero incluso allí falla. Se percibe fatiga no sólo en las corridas de Cage sino también en los planos, tan bonitos como aburridos. Incluso la música parece estar allí acompañando con tristeza el correr del celuloide. Este film le debe su existencia a ejercicios más divertidos y jugados como Cellular de David Ellis (guión de Larry Cohen, a no olvidarlo) y sólo cobra algo de interés cuando entra a jugar -muy fugazmente- Malin Akerman, veterana sueca que tiene en su haber el prestigio de haber interpretado al único personaje femenino de cómic (después de Jane Fonda en Barbarella) que mostró sus glándulas mamarias en pantalla grande para beneplácito de los siete u ocho pajeros de turno.