Film noir nacional
El director de El túnel de los huesos (2011), Nacho Garassino, vuelve al cine con una historia que adscribe a la serie negra de los años sesenta (en palabras de su director) con dos tipos pesados como Juan Palomino y Daniel Valenzuela. La femme fatale en cuestión es Emilia Attias, aquí en un papel vulnerable pero que igualmente inevitable para que sus amantes pierdan el juicio por ella.
La historia comienza por el final, y el desarrollo de la misma (en clave flashback) nos hará entender los sucesos que ocurrieron hasta entonces. Juan Palomino interpreta a Juan, un encargado de seguridad que por la edad y una serie de cuestiones, termina desempleado. El hombre vive para poner el orden y, cuando encuentra a una damisela en peligro, las posibilidades de volver a convertirse en héroe reaparecen. Así conoce al personaje de Emilia Attias, que casi no habla y genera mayor misterio sobre su pasado (oscuro por cierto), sobre los vínculos enfermizos que sostiene con los hombres. Daniel Valenzuela es el amigo consejero del frontal Juan, proclive a la violencia para defender a la atormentada mujer en cuestión.
La tradición de cine negro no fue muy explotada por el cine nacional, por ende trabajar desde el género implica de antemano una virtud y un riesgo: La virtud de desarrollar un género inexplorado con actores que dan a la perfección con el físico-rol pretendido. Un riesgo porque el cine negro prevé un mecanismo de relojería para manejar la información y dar vuelta la trama las veces que sea necesario. Mecanismo que debe estar muy bien articulado para que el reloj dé la hora adecuada, y en esta oportunidad no funciona con la precisión necesaria.
Quizás el punto más flojo de Contrasangre (2015) sea la carencia de un ritmo determinado para desarrollar situaciones dramáticas que desembocan en eventos clave (no queremos adelantar aquí cuestiones del guión), y así los desencadenantes exploten con mayor fuerza. Otra cuestión es Emilia Attias en el papel de la mujer vulnerable. Su rostro tiene tal magnitud y presencia arrolladora, que por más que se intente disimular su belleza no deja de impactar, restándole a su personaje de mujer sufrida.
Por lo demás es una feliz incursión en la temática, con una banda sonora de jazz exquisita y una fotografía que reluce de la mejor manera contrastes y contraluces de la noche urbana local.