Destino de una mujer fatal
Buenas ideas y disparadores que no terminan de cuajar en una trama esquemática y previsible.
Contrasangre es un largo flash- back para una escena inicial. La explicación en clave de thriller de un arranque que suena a historia de amor no correspondida, rota, con Daniel, el guardia de seguridad que interpreta Juan Palomino, totalmente perdido. “Fracasado”, le grita el vecino de Analía (Emilia Attias), la “mina que no quiere verlo más”. Y allí el director, Ignacio Garassino, elige una pregunta tomada de un tema de Bob Dylan. ¿No es propio de la noche confundirte cuando tratás de evitarlo?
Es casi un mensaje cifrado que, lamentablemente, funciona como anticipo para lo que vendrá en Contrasangre, una película que no termina de asumir el riesgo de las buenas ideas que propone.
Es que el guión va ofreciendo pistas sobre el tema de fondo, la confusión, la intriga que genera la historia de Analía, esta mujer hermosa y alterada por haber sido víctima de una violación, y los dos (o tres) hombres que la circundan.
En paralelo conocemos a Daniel, el guardia que pasa sus noches mirando las camaritas del edificio que vigila, donde debe lidiar con los graffiteros y con su empleador, que ya le anuncia su despido. Lo demás son encuentros casuales. Un programa de tele al estilo Policías en acción en el que denuncia a sus ex colegas, el flechazo con Analía, un bar de “canas” en el que bebe copiosamente con su dueño, El tano. Y una tercera historia, la de Julio (Esteban Melino), el policía que salió de prisión y acosa con tristeza a Analía, que por casualidad conoció a Daniel, que enamora a todos con su sufrida belleza.
Para entrar en tema hay una cantidad exagerada de llamadas telefónicas y mensajes grabados, soporíferos, hay pistas demasiado evidentes también, y vínculos débiles que terminan definiendo una trama interesante, pero que recurren muy tarde a la acción. Y lo casual de la historia, este cruce de personajes, choca también contra lo esquematizado y los estereotipos. Daniel, el hombre perdido, o Analía, dueña de una belleza vulnerable, víctima y victimaria. Aunque necesita matizar la psicología de sus personajes, a Contrasangre la salva esa pregunta de fondo, más allá de la respuesta que logre dar.