La obsesión llama dos veces
El nuevo opus de Nacho Garassino, quien ya había dejado una buena impresión con el thriller El túnel de los huesos -2011- recurre al estilo del film noir, atravesado por un triángulo amoroso, donde el denominador común es la obsesión de dos hombres muy diferentes entre sí con una vulnerable joven de pasado traumático.
Juan Palomino encarna a un policía retirado devenido seguridad de un edificio, que por azar conoce a Analía –Emilia Attias- en un momento donde corre peligro en la calle y necesita de un salvador como él. El fugaz entrecruce deja abierta la chance a nuevo encuentro, a pesar de un tercero en discordia que acosa telefónicamente a Analía luego de abandonar la prisión en donde la conoció.
Los elementos utilizados con eficacia por el director en lo que a imagen se refieren y puesta en escena ubican a la nocturnidad como un escenario atractivo y por donde pasa gran parte de la trama, ya sea en los paseos por las calles o en los bares. A la noche aparece en Contrasangre la vulnerabilidad y los vértices de este triángulo se expanden o constriñen de acuerdo a la circunstancias.
Si bien el nexo es Analía, el pasado de cada personaje es el que juega su carta más elevada y arriesga el destino de cada uno de ellos. En ese sentido, aunque el guión resulta sólido en cuanto a la construcción de personajes y diálogos es evidente que promediando la última mitad entra en una zona complicada para justificar algunas ideas que no alcanzan a plasmarse en el argumento.
Las vueltas de tuerca apresuradas le juegan en contra al ritmo pausado que se proponía desde el comienzo y marcan la diferencia con el resultado alcanzado en El túnel de los huesos, que no presentaba desniveles como si ocurre aquí.