I still have some pictures on my wall
I still know the places where they’re from
I still find all answers in my dreams
I still feel the gum under my shoe
VOLVER AL PASADO
Son pocas las propuestas de género “puro” en las producciones locales. Abundan quienes cultivan y celebran el cine de terror, y una producción local en constante ebullición; poco es lo que llega a las salas comerciales, trascendiendo las fronteras ligado a lo independiente y lo amateur. De allí, de la independencia y del cine hecho a pulmón surge Control Zeta, toda una rareza para la oferta de producciones nacionales que nada en territorio muy poco explorado: el de la ciencia ficción.
Siendo rigurosos, en la película se conjugan dos géneros: la ciencia ficción y el policial. La acción se sitúa en un futuro cercano, en la cual una fuerza protectora se dedica a evitar crímenes y accidentes de diversa índole viajando en el tiempo. Los hechos se identifican a través de un sistema de vigilancia, que permite a los uniformados ubicarlos con precisión y llegar a la escena a tiempo. Sin embargo, corregir la realidad tiene un precio: cuando alteran el pasado, la sobrescritura de la línea temporal genera violentas migrañas en los oficiales a cargo del operativo; el pasado duele.
La efectiva metáfora es una realidad de todos los días para el protagonista de esta historia, David Garay (Guillermo Farisco), cuyo trágico pasado está muy ligado a las restricciones del sistema, que prohíbe retroceder en el tiempo más allá de las cinco horas. Este pasado volverá con fuerza cuando, en el presente, aparezca un nuevo crimen irreversible. A medida que la presencia de un asesino sistemático y calculador -que utiliza los puntos ciegos del sistema para evidenciar sus falencias- se vuelve cada vez más evidente, Garay se verá forzado a recurrir a un talento casi arcaico para encontrarlo: la lógica deductiva.
De alguna manera, Control Zeta se hace eco de su protagonista y también propone también una vuelta al cine de género del pasado reciente, un cine de aspiraciones masivas cuyo atractivo no reposaba en IP’s ya establecidas para atraer público, cuyos rasgos más característicos eran susceptibles de convertirse en generadores de sentido. Si la premisa remite automáticamente a Minority Report -que también combinaba ciencia ficción y policial- el espíritu de esta película se siente más cercano a Christopher Nolan, con sus planteos high concept, sus rompecabezas intelectuales y su gusto por lo bombástico (en el caso del director inglés, muchas veces aterrizando en la desmesura).
Si Control Zeta sale airosa de sus ambiciones es por la solidez de su guion, que explora diversas aristas alrededor del viaje en el tiempo y lo entiende como el subterfugio de un poder político invisible, que ofrece sosiego en el borramiento de las perturbaciones y no en la resolución de problemas estructurales. Hay, por momentos, algunos excesos expositivos que atentan contra la fluidez del relato a la hora de establecer un universo elaborado, y otros en los cuales las limitaciones de los recursos de producción atentan contra la escala que se pretende. Los compensan el dinamismo del montaje, con secuencias de acción que evidencian una planificación rigurosa (especialmente una que comienza en un taller mecánico y trabaja varias líneas en simultáneo), y un tramo final a pura épica que sitúa a protagonista y antagonista en un territorio de bienvenida ambigüedad a través de aquello que tienen en común: la necesidad de desafiar al sistema en busca de una justicia que se sitúa, necesariamente, en los márgenes del mismo.
En este aspecto, se puede pensar a Control Zeta en relación con la reciente Misántropo, que concluye con la necesidad de operar dentro del sistema, al mismo tiempo que se lo resiste. Ojalá que, de la misma manera, esta película pueda significar para su realizador la entrada a un circuito comercial -muchas veces hostil a las voces nuevas- para continuar profundizando en sus inquietudes.