Hace ya casi dos décadas, “El sabor de la cereza” puso de moda durante un tiempo al cine iraní y lanzó a la fama internacional al director Abbas Kiarostami. La gente se removía bastante en las butacas, pero había que callarse porque esa aparente morosidad respondía a otra cultura. El fenómeno trajo una serie de películas para el olvido. Ahora, Kiarostami filma en Europa con figuras prestigiosas, pero su manera de narrar no ha cambiado mayormente. Un ensayista inglés viaja hacia la Toscana a presentar un libro (que lleva el título del film). En el lugar conoce a una galerista francesa. Pasean en coche, toman café, comen, asisten a una boda, hablan sobre arte y sobre la vida misma. No sucede nada espectacular, pero por suerte está allí Juliette Binoche para disimular los tiempos muertos. Siempre da gusto verla. Se supone que los silencios, una vez más, esconden revelaciones.