AMAR ES CONVERSAR
Tras 10 años ausente en las carteleras vernáculas se estrena un film de Abbas Kiarostami, otra obra maestra del director de El viento nos llevará.
Después de Shirin, una película que ha sido olímpicamente ignorada y subvalorada (quizás se trate de una de las grandes obras de Kiarostami), el debut extranjero de Kiarostami con Binoche y el barítono inglés William Shimell despertaba interés. La buena noticia es que Kiarostami es Kiarostami donde sea que filme.
En efecto, Copie certificada es una película reconocible como suya para cualquier seguidor de quien ha sido responsable de películas extraordinarias como Primer plano y El sabor de la cereza, aunque el cambio de territorio determina algunas variaciones. En ese sentido, hay en toda la película una secreta indagación de la(s) lengua(s) extranjera(s), de los efectos que tiene el lenguaje sobre los sujetos y sus comportamientos, de lo que se predican modalidades de argumentación, formas afectivas de expresión y una musicalidad distinta si el lenguaje se orienta hacia lo poético.
En casi todo el cine iraní los intercambios lingüísticos tienen una riqueza particular. Son otros silogismos, otras lógicas las que ponen en juego. Películas como Primer plano dan cuenta de otros patrones de razonamiento, que están enraizados en otra experiencia del lenguaje.
Copie certificada es una larga conversación entre Binoche y Shimell, una mujer vinculada con las artes y un escritor exitoso que acaba de publicar un libro de título homónimo al film y que llega a Italia a presentar la versión en italiano. Después del evento, los dos pasearán por la Toscana. Primero en auto, en una típica escena de Kiarostami. Luego seguirán a pie y casi nunca dejarán de charlar.
El tema de fondo es filosófico y de carácter estético: ¿qué determina la naturaleza original de una obra? Shimell dará una primera explicación, y, como buen inglés, será una solución de índole naturalista (y analógica): la reproducción biológica no es muy diferente de la creación artística. El origen es una copia o, dicho en otros términos, la creación es una derivación insólita de algo heredado, o una combinación extraña de elementos dados.
Kiarostami hace una operación inteligente y arriesgada: sobre el original del vínculo entre Binoche y Shimell, el director propone, a medida que avanza el relato, una reinvención lúdica y lúcida de este vínculo. Es decir, en algún momento ellos imitarán y se apropiarán de elementos de sus propias vidas; así copiarán sus experiencias pasadas y jugarán a que son experiencias compartidas. En uno de los momentos más felices del film, que transcurre en una cantina, una matrona italiana los confundirá con una vieja pareja, error de percepción que será tomado por Binoche al pie de la letra. De ahí en adelante, copiando secretamente datos de sus propias vidas, se establece un juego amoroso, sublimado por la conversación y quizás resuelto en un fuera de campo magnífico que empieza justo cuando termina el film.
Algunos planos de Kiarostami son inconfundiblemente suyos: cuando se decide por un plano y contraplano, su método de trabajo es inconfundible. Casi con seguridad, Binoche no está hablando con Shimell sino directamente con el propio Kiarostami. La película transmite una obsesión con los espejos, que suelen cumplir una función específica en el montaje: simular la lógica del plano y contraplano.
La interacción entre clases sociales constituye una marca del cine de Kiarostami: aquí, sus dos personajes pertenecen ostensiblemente a una clase pudiente. No obstante, un encuentro callejero con unos ancianos, el vínculo esporádico con un mesero y el intercambio de Binoche con una mujer mayor sugieren la vigencia de una preocupación verificable en casi toda su obra.
Esencialmente peripatética y formalmente impecable, la nueva película de Kiarostami es un examen placentero de la conversación como una erótica y una estética. Un hombre y una mujer se enlazan en las palabras, y en el intercambio de signos escriben sus identidades.