UN CUENTO CLÁSICO
Corazón de fuego se inscribe en un par de ítems que la vuelven fácilmente identificable, casi dócil. Primero, es la típica producción animada al margen del mainstream que mira de reojo la animación hollywoodense, en forma y en fondo; tanto es así que la historia está ambientada en la Nueva York de los años 20’s y 30’s. Y segundo, que su trama construye un cuento de empoderamiento femenino a partir de una chica a la que su padre le corta el sueño de ser bombero. Por lo tanto tenemos un diseño de producción que, aún con lo raro que pueda resultar para el gran público ver una coproducción animada entre Francia y Canadá, no deja de estar narrada con elementos asimilables. Y por otra parte su anécdota es edificante e impacta positivamente con el viento de su época, al que la industria audiovisual ha convertido en un huracán por el que es muy difícil no ser arrastrado. En todo caso siempre triunfan las formas con que los discursos se imparten y los directores Theodore Ty y Laurent Zeitoun lo hacen con cierta sobriedad.
Georgia es la chica que quiere ser bombero, estimulada por la presencia icónica de su padre, Shawn, quien en el pasado fue un heroico batallador contra las llamas pero que está retirado y trabaja de sastre. Es Shawn quien alerta a Georgia sobre los riesgos de ser bombero y quien, directamente, le derriba sus sueños, instándola a continuar su camino en el mundo de la costura. Pero elemento shakespeareano por medio (y homenaje en sordina a Mulan), la chica terminará haciéndose pasar por un hombre y alistándose en el cuartel de bomberos cuando a su padre lo convoquen para combatir a un peligroso pirómano. Corazón de fuego no evita todos los chistes posibles sobre esa reconversión de género, aunque tiene una ingenuidad evidente y muestra lo suyo con la convicción del que está revelando algo novedoso. Hay algo candoroso en la propuesta, que avanza con levedad y sin mayores aspavientos. Y hay también buenos personajes secundarios (a excepción de un perro comic relief que es como una herencia innecesaria de Disney), la conformación de un grupo de ilustres perdedores y una fascinación por la aventura y el vértigo en algunas secuencias de acción muy bien narradas en las alturas de los edificios neoyorquinos.
Ty y Zeitoun, con experiencia desde diversos roles en la exitosa Ballerina (de la misma casa productora), demuestran tener el conocimiento suficiente para trabajar los clichés de este tipo de relatos y presentarlos con gracia y distinción. Pero si hay algo que hace sobresalir a la película, es la ambientación en aquella Nueva York, en la zona de teatros y cines, con el encanto de viejas marquesinas plagadas de guiños y homenajes al cine clásico. Esa ambientación no solo es un gesto para la platea adulta y una apuesta por cierto preciosismo visual, sino un adecuado fondo para personajes nobles que sostienen la lógica y la moral de otros tiempos y para inscribir a esta aventura en el universo de las viejas aventuras cinematográficas donde todo se veía con cierta ingenuidad. Eso le otorga una corazón a la película, que no sabemos si es de fuego pero que seguramente la vuelve más atractiva que la mayoría del cine animado regular que se estrena semana a semana.