En los últimos años varios desafíos actorales han tenido lugar dentro de la carrera de Guillermo Francella, especialmente a partir de El secreto de sus ojos, un film bisagra en su trayectoria. Y el estreno de Corazón de León representa para el actor un peculiar paso adelante en su versatilidad interpretativa, porque, más allá de sus reconocidas dotes para la comedia con toques emotivos, debe componer aquí un personaje inusual, un León que tiene un pequeño inconveniente, que es precisamente su pequeñez. Un hombre que a causa de problemas congénitos no pudo alcanzar una estatura normal, condición que le trae problemas al conocer a una bella y alta mujer, acaso el amor de su vida, vínculo que se verá obstaculizado por prejuicios y preconceptos.
Semejante temática, tomada con sensibilidad, capacidad narrativa, y no pocos toques de humor, era ideal para ser abordada por Marcos Carnevale, un director que ha transitado por historias de seres diferentes que se abren paso en la vida. Como en Elsa & Fred, dedicado al amor en la tercera edad, en Anita, que combinaba la tragedia de la AMIA con la búsqueda de afecto de una niña con síndrome de Dawn, o en Viudas, con un empleado doméstico transformista buscando su destino. Aquí se ocupa de un ser entrañable que diariamente lleva adelante su lucha por insertarse en una jungla urbana que le infringe una encubierta o manifiesta marginación.
La historia de amor que desarrolla la trama tiene momentos distendidos y dramáticos, pero también altibajos argumentales y una resolución algo idealizada. Los tres films mencionados de este realizador quizás estén más logrados que Corazón de León¸ que de todos modos cuenta con una honestidad a toda prueba que suscita con legítimos recursos tanto sonrisas como lágrimas. Y en este sentido Francella es un baluarte que pone su expresividad al máximo nivel tanto en los pasajes humorísticos como en los dolorosos, muy bien acompañado por una espléndida Julieta Díaz, un exacto Mauricio Dayub y una divertida Jorgelina Aruzzi, entre otros. Un párrafo aparte merecen los efectos digitales puestos en juego para que resulte verosímil y sorprendente el aspecto corporal del protagonista.