Corazón de león

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

El cine argentino que el público argentino ve

Hace algo más de dos meses, se comentaba bajo el título “el cine argentino que casi nadie ve” y en oportunidad del estreno de la producción local “Hermanos de sangre”, que “el día de su estreno en catorce salas que incluyen a los principales circuitos cinematográficos la vieron apenas doscientos personas, es decir un promedio de 14 espectadores por sala”.
El comentario anterior era suficientemente explícito sobre la pobre respuesta del público argentino a cierto tipo de cine que lamentablemente conforma la mayoría de los estrenos locales. En casi ocho meses del año ya se presentaron ochenta títulos nacionales, lo que significa que casi un 50% de lo estrenado es cine argentino que en la mayoría de los casos casi nadie ve. Claro que en taquilla, al menos durante el primer semestre, el porcentaje se reducía a un escaso 8%.
Pero en apenas seis semanas del segundo semestre del año la situación se ha revertido notablemente con los sucesivos estrenos de “Metegol”, “Vino para robar” y ahora “Corazón de león”. Y hoy las películas argentinas ya representan el 15% de lo recaudado, casi duplicando el magro porcentaje del primer semestre.
Todo lo anterior es apenas el anticipo de la crítica de “Corazón de león” de Marcos Carnevale que se acaba de presentar en nuestro país. De su producción pasada se recuerdan por lo menos tres títulos exitosos: “Elsa y Fred”, “Anita” y “Viudas”, pero todo indica que éste, su séptimo largometraje, superará a todos los anteriores en lo que a cantidad de público se refiere.
León (Guillermo Francella) es un exitoso arquitecto que parece tener todo a su favor: buena posición económica, éxito profesional, un hijo que lo aprecia y que vive con él en una lujosa casa. Sólo una cuestión le juega en contra, su tamaño ya que mide apenas un metro y treinta y seis centímetros. Un día percibe en la calle a Ivana (Julieta Díaz) una bella mujer en el momento en que ésta arroja con mucha rabia su celular. Recoge el teléfono y logra ubicar a la joven en su “casa” ofreciendo devolvérselo en un encuentro. Una vez éste producido, ambos quedan prendados y él le ofrece una experiencia única como es la de tirarse desde su avión a cuatro mil metros de altura. La relación evoluciona en tono de comedia pero el espectador adivina que algún tipo de conflicto deberá surgir tarde o temprano.
La trama se vuelve algo más dramática cuando empiezan a tener mayor protagonismo el ex de Ivana (Mauricio Dayub) y socio en un estudio de abogacía así como su madre (Nora Cárpena). En esos momentos de tensión de la pareja, despareja según la perciben los parientes de la joven, adquiere relevancia el rol que tiene Toto, el hijo de León, en una excelente interpretación de Nicolás Francella, quien lo es además en la vida real. Hay aún otro personaje, algo pintoresco, que es el que compone Jorgelina Aruzzi como la secretaria del estudio jurídico.
Hacia el final, la comedia convertida en drama pierde algo de fuerza sobre todo en una escena entre madre e hija que parece forzada o poco creíble. La conclusión, que por norma no revelamos, no difiere mucho de la que nos ofrecen tantas producciones foráneas, pero aparece como aceptable. Lo que resulta acertado es el tema musical que la acompaña, “Always on my Mind”, que aquí interpreta John McInerny, el actor de “El último Elvis” y que hiciera famosa el rey del rock cinco años antes de su trágica muerte. También es elogiable la interpretación del dúo central y en el caso de Guillermo Francella se advierte su crecimiento actoral, al que sin duda contribuyó de manera decisiva cuando fue dirigido por Juan José Campanella. Mérito final para los efectos visuales y trucos utilizados para lograr hacer creíble la diminuta figura de su personaje.