Más drama y moraleja que comedia
El film de Marcos Carnevale encara la arriesgada propuesta de un romance entre los personajes interpretados por Julieta Díaz y un Guillermo Francella de 1,36 metros. Divertidos equívocos y un "mensaje" demasiado explícito.
En principio hay que decir que la idea base de Corazón de León era ingeniosa y arriesgada, pero que mal llevada podía convertirse en una catástrofe. Dos profesionales, de igual condición social, ambos divorciados, se encuentran, se enamoran y si todo sale bien, tal vez tengan un futuro en común. La particularidad de esta relación es que el hombre mide apenas 1,36 centímetros, lo que convierte al romance en progreso en una lucha de ella contra los prejuicios, propios y extraños.
Y a pesar de que Guillermo Francella hace lo suyo con eficacia componiendo a ese León Godoy arrollador, adorable, buena gente, y que todo el relato se asienta en su estatura reducida, la verdadera protagonista de la película es Julieta Díaz, como la abogada que primero se siente seducida por teléfono y luego, en el primer encuentro, intenta ocultar su sorpresa ante el galán enano. Después decide darle una oportunidad, vacila, no sabe si está preparada para afrontar las miradas burlonas y los comentarios en voz baja, para finalmente embarcarse en una historia con final feliz.
Lo cierto es que se hacía difícil imaginar que el responsable de títulos como Viudas, Elsa & Fred y Anita tiene como punto de partida para su último trabajo los films de los hermanos Farrelly –y por qué no, algo de la extraordinaria El increíble hombre menguante, de Jack Arnold–, aunque claro, allí donde los Farrelly ubican en un plano de igualdad a las personas con capacidades diferentes y por lo tanto están sujetos a las mismas barbaridades que el resto de sus personajes, Marcos Carnevale va más en la dirección del drama con toques de comedia y hasta moraleja, sin la ferocidad a la que se anima la dupla estadounidense.
Lo cierto es que Corazón de León tiene una primera parte sorprendente, llena de situaciones bien resueltas, equívocos divertidos –aunque el timing televisivo a veces es demasiado evidente– y una indudable química de los protagonistas, con un Francella seductor, simpático e irresistible, y Díaz mostrando todo un abanico de matices que dejan en claro las dudas, miedos e incertidumbres de su personaje.
Pero más adelante, la película se siente obligada a explicitar los que ya estaba dicho y remarca innecesariamente el "mensaje", algo así como que todos somos iguales, hay que superar los prejuicios, que vivan las diferencias, etcétera.
Corazón de León, entonces, es la mejor película de Carnevale, indudablemente tiene su sello y se ubica bastante más arriba que el resto de su obra. No oculta su ambición de entretener y dentro del cine industrial, es un producto más que digno.