Si a cualquiera le dicen que este film es sobre un tipo chiquito, un hobbit exitoso interpretado por Guillermo Francella, que enamora a una primero rígida, después rendida y alta Julieta Díaz, seguro se asusta. No es para menos: el realizador Marcos Carnevale padece del defecto de la velocidad televisiva y no suele depurar su material; se queda con la primera idea y la primera imagen. Sin embargo, Corazón de León dista mucho de ser pésima. Es casi buena y ese “casi” es una pena, porque no faltó mucho para dar en el blanco. Aún así, Guillermo Francella es digno de verse porque está en la cima de su arte: incluso en los peores contextos, maneja el tono y las emociones de su personaje con una precisión matemática. Julieta Díaz está muy bien y, sobre todo, el entorno social, la mentalidad y comportamiento argentinos de las criaturas de este mundo, no requieren subrayados. Con sus problemas, sus chistes fáciles y algunas torpezas, Corazón de León es tan digna como su protagonista.