Corazón de León es una película moralmente problemática, lo cual no supondría un escollo a no ser porque gusta de ponerse en un pedestal y señalar la hipocresía del otro. No es fácil recibir el mensaje de aceptación del que es diferente cuando, para lograr esa distinción, necesita retocar en forma digital el cuerpo de un actor. En un tiempo en que uno de los mejores personajes de la televisión mundial es interpretado por una persona pequeña, sería interesante contratar a una persona de tales características para interpretar dicho papel. Es lógico que en la Argentina no se haya descubierto un Peter Dinklage si no se le da la oportunidad a uno para que aparezca –Leonardo Raff es doble de cuerpo en esta producción- y de esta manera una propuesta que quiere ser progre, atrasa algunos casilleros. Guillermo Francella enano es tanto la marca de distinción como lo que empequeñece al trabajo de Marcos Carnevale.
Lo que es peor es que no es una mala película. Por el contrario, logra una buena transición entre la comedia y el drama, suele ser muy efectiva para generar risas gracias a su evidente timing y tiene unos enormes valores de producción de esos que se ven en contadas ocasiones por año en las realizaciones nacionales. Billetera no mata estatura, pero no le hace mal a León Godoy ser un arquitecto rico, lo que permite a nivel argumental un aprovechamiento de locaciones envidiables –transcurre en Puerto Madero o Río de Janeiro, así como en galerías de arte, bares de alta gama o una casa que es una mansión-, pero también la posibilidad de continuar con el dedo acusatorio en alto. La fuerza de voluntad del protagonista le ha dado lo que tiene y está bien que así lo sea. El intelecto y el carisma no se miden en centímetros, pero lamentablemente mucha de la comicidad que aquí se propone sí.
Sin necesidad de hacerlo, porque el humor bien se puede encontrar en Julieta Díaz o en la gracia natural que exuda Francella, muchos de los chistes con que la película cuenta tienen como único recurso la altura. León es un hombre culto, educado, simpático, básicamente un galán con todas las letras que habla de cualquier tema posible. ¿Hace falta, ya que se propone un mensaje de aceptación, dejarlo colgado de la alacena? Esa escena ejemplifica lo que está mal con Corazón de León y la incomodidad que ocasiona. Es una comedia que busca generar cierta consciencia, pero su recurso humorístico es el reírse de aquello sobre lo que quiere concienciar. Su gran problema, además de querer impartir un mensaje -explícito, de hecho Jorgelina Aruzzi tiene un monólogo muy bueno sobre la hipocresía-, es la falta de introspección.
Dicho todo esto respecto a su objetivo ulterior, es una película que durante buena parte de su metraje sorprende en forma positiva. El humor está bien dosificado, Francella está en su salsa y no se regodea en todos los lugares comunes en los que pudo haber caído, sino que suele sortearlos con soltura. El trabajo de post-producción es en su mayor parte bueno, con un croma que no genera molestias aunque en ocasiones es muy notorio, como en la escena de la pileta vacía. Corazón de León pudo ser mala y ofensiva, pero no es ninguna de las dos cosas. En su mayor parte esconde el mensaje moralizante -ese que de movida debería ser nulo- en pos de una comedia romántica muy bien llevada, que se apoya en la química de Francella con una hermosa Julieta Díaz, así como en la de cada uno con Nicolás Francella -con dotes heredados para el humor físico está muy bien en su papel de hijo y confidente- y la mencionada Aruzzi, que por calidad de trabajo debería recibir siempre el reconocimiento que tuvo por El Hombre de tu Vida.
Marcos Carnevale lleva tatuada la marca de Pol-Ka y aquí no puede evitar caer en un registro de melodrama que no lo favorece, ya que acaba por explotar un costado televisivo que no tenía. Del mismo modo que ocurría con Dos más Dos, película que casualmente León e Ivana ven en el cine, el mensaje acaba por interferir en lo que era una comedia eficaz. En ella era el mandato de la tradición, en esta el de la moral.