Es preferible reír que llorar
Guillermo Francella y Julieta Díaz viven un romance que se vive mejor con los pasos de comedia.
La comedia romántica tiene sus reglas (básicamente ella y él se conocen; se enamoran; se pelean, vuelven a estar juntos) que nadie -excepto Un toque de distinción (1973)- parece querer modificar, así que el secreto de su éxito no pasa por la trama sino por los gags.
Corazón de León es una comedia romántica, y parte de una premisa antiprejuiciosa. Todos somos iguales ante el amor y no importa que León (Guillermo Francella) mida 1,36 m. Ivana (Julieta Díaz) queda perdidamente magnetizada por él cuando fortuitamente se conocen. Más llamativo que la altura de León -lograda en la ficción por efectos de chromas, dobles, Francella arrodillado, etc.- es que el personaje sea, no por su tamaño, como para ponerlo en la mesita de luz.
León es más bueno que el pan. Simpático, inteligente, siempre tiene una salida ingeniosa, es un arquitecto exitoso, tiene una casa que parece una mansión, la mucama lo adora, se lleva bárbaro con su ex, es un excelente padre y encontró el amor de su vida. No le falta nada. Bueno, algunos centímetros, pero recién se queja de ello hacia el final de la película.
Es que en su primera mitad está todo tan bien hilado y construido que Corazón de León no deja de disfrutarse ni un minuto. Es el consabido “algo que tiene que pasar” como para que la comedia deje lugar al drama y al conflicto, lo que no le cierra a la película de Marcos Carnevale. Como si la necesidad de atarse a la estructura de la comedia romántica lo obligara, más que le diera paso con naturalidad, al desarrollo de la historia.
Carnevale es de los directores de cine argentino que pueden llamarse a sí mismos autores, y en sus películas ha abordado distintas materias o asuntos más o menos espinosos, como el amor en la tercera edad (Elsa & Fred), la discriminación (Anita) y la infidelidad (Viudas). Siempre les supo colocar (o tamizar con) una cuota de humor. Y cuando Corazón de León se vuelca a la comedia es allí donde mejores resultados obtiene.
Y siguiendo con lo básico de la comedia romántica, cada personaje central tiene lo que en la comedia hollywoodense se llama sidekick (acompañante): la secretaria de Ivana, Jorgelina Aruzzi; el hijo de León, Nicolás, el hijo de Francella en la vida real, que sirven para descomprimir y hacerles ver a ellos (y a los espectadores) lo que sus anteojeras parecían no permitirles observar de sus propias vidas.
Mientras Francella se mueve como pez en el agua en un papel hecho a su medida, Julieta Díaz lleva adelante el rol más difícil y demuestra que tiene con qué ganarle a su personaje. Toda una revelación es Francella Jr., igual a su padre en sus gestos.