Un mundo feliz
1-En una escena de Una guerra de película, aquella comedia desquiciada, casi anárquica, sobre la filmación de una película bélica que sale demasiado mal, los actores Kirk Lazarus (Robert Downey Jr.) y Tugg Speedman (Ben Stiller) tienen una conversación bastante reveladora, donde el film le echa en cara a Hollywood toda su hipocresía. Allí el primero le explica al segundo por qué su papel de Simple Jack (un pobre retardado), en vez de traerle elogios y premios, terminó trayéndole críticas lapidarias y burlas a granel: no se puede interpretar a alguien completamente retardado si se quiere ganar un Oscar. La clave está en construir un personaje que luzca retardado pero que a la vez posea algún tipo de don extraordinario, como hicieron Dustin Hoffman en Rainman o Tom Hanks en Forrest Gump. Si se encarna a alguien totalmente retardado, como hizo Sean Penn en Mi nombre es Sam, uno se queda con las manos vacías. Bueno, Corazón de León parece tener esta lección muy clara y aplica esa misma falsedad pasada por el filtro de la comedia dramática burguesa argentina.
2-La primera escena de Corazón de León no está mal. Es en un diálogo por teléfono entre Ivana (Julieta Díaz), quien no tuvo un buen día, y León (Guillermo Francella), quien encontró el celular de ella (que arrojó por la calle en el medio de una discusión con su ex) y la llama para coordinar la entrega, y de paso arreglar una cita. La secuencia tiene un ritmo decente, las líneas que intercambian fluyen adecuadamente y hasta hay algún que otro buen chiste. Sin embargo, ya podemos percibir lo que se avecina, en base a la puesta en escena, que busca esconder lo que realmente es León: un enano. Ese falso suspenso generado por el director Marcos Carnevale (digo falso porque cualquier espectador que entra a ver el film ya sabe de qué viene la cosa) ya dice unas cuantas cosas sobre la película. Si se lee la sinopsis oficial, eso se refuerza mucho más: León nunca es descripto como “enano”, sino que se lo caracteriza como alguien que “mide 1,35 m” o “demasiado bajo”. Diablos, no sea cosa que digamos la palabra “enano”, a ver si alguien se ofende. ¿O será que para los responsables de la película es “demasiado” fuerte el término?
3-Se puede llegar a entender, por necesidades de mercado, que sea una estrella como Francella la que interprete al protagonista, en vez de un enano “de verdad”. El problema principal pasa porque Carnevale pone frente al espectador a un personaje que ES Francella, sólo que en versión mal reducida (los efectos especiales para lograr la impresión de que el actor mide 40 centímetros menos son realmente muy deficientes) y sin el coqueteo con el humor machista. La única forma que concibe el director para presentar a un personaje que puede activar ciertos prejuicios es desactivando toda chance de que eso suceda, estableciendo una máxima conexión con la construcción de estrella de Francella. León es inteligente, gracioso, carismático, sensible, optimista y un largo etcétera, todos positivos. Es el hombre ideal, sólo que con 35 centímetros menos. Ah, y es RICO, tiene mucha plata, es un arquitecto exitoso, vive en una casa espectacular, con piscina incluida, y se la pasa llevando a Ivana a lugares a los que sólo la gente acaudalada consigue entrar. Y destacamos la palabra RICO, así con mayúsculas, porque es la plata, la guita, lo que hace realmente a León distinguirse del resto. Corazón de León va edificando a lo largo de su relato un universo bien de clase alta, donde es el dinero lo que hace mejores a las personas.
4-Seamos claros: a Carnevale (y a Betiana Blum, que aporta en la idea original para el film, y posiblemente a Axel Kutchevasky, productor ejecutivo) sólo le preocupa el mensaje, el discurso hablado, “la enseñanza” que tiene que llevarse el espectador. Le importa el “qué”, no el “cómo”, ignorando que estos dos factores están mutuamente relacionados. Esto se refleja en el absoluto desconocimiento de las normas narrativas y genéricas que muestra el guión y su consecuente puesta en forma. Por empezar, León (verdadero eje de la película) es un personaje que durante dos tercios del largometraje no tiene conflictos: no sólo es un hombre perfecto, sino que además es alguien que no lleva su enanismo como una carga (al contrario, la porta como una pose cuasi canchera) y desarrolla su vida en un contexto repleto de personas que lo tratan de igual a igual, sin reparar en que es un petiso. Hasta se lleva bárbaro con la ex esposa (de hecho, da para pensar por qué se separaron). Recién en la última media hora (y tras 45 minutos donde la historia se queda totalmente estancada) el film parece darse cuenta de que para desarrollar un relato se necesita un conflicto. Pero ya es demasiado tarde: todo se termina haciendo a las apuradas y mal.
5-Con Ivana pasa lo opuesto que con León, aunque el resultado final es el mismo. Tiene demasiados conflictos, ninguno de ellos bien hilvanado: están sus prejuicios que le dificultan su relación con León (resumidos en su frase “no soy perfecta, soy alta”, que es el colmo de la estupidez); su sociedad con su ex en un inverosímil estudio jurídico al borde de la bancarrota; su vínculo con su madre, que obviamente se va a oponer al romance con León. Ante esto, a Ivana le termina pasando lo mismo que a Julieta Díaz en Dos más dos, confirmando lo que todos los machos argentinos tenemos bien claro: que las minas son todas unas histéricas y que no saben lo que quieren. A los secundarios no les va mejor: son meros portadores de chistes o bajadas de línea de carácter moral (el monólogo de Jorgelina Aruzzi es un caso modelo de lo que no se debe hacer en el cine) que están en realidad dichas para quedar bien. Carnevale nunca consigue manejar con sapiencia los códigos de la comedia, el drama o el romance, mezcla todo como en una gran batidora, sin el más mínimo sentido del timing y lo que termina resultando es un bodoque indigesto.
6-El vínculo entre León y su hijo Toto es ejemplificador de cómo concibe el film las distintas relaciones entre los personajes. En la primera escena que se los ve juntos, durante una cena, el hijo le cuenta al padre que rechazó un trabajo porque el sueldo era muy bajo. El padre se muestra ligeramente comprensivo, aunque le insinúa que debería empezar a ganarse su propia plata, y más si quiere, como tiene planeado, comprarse un auto. Se presagia allí un contrapunto entre un padre y su hijo, al que tiene viviendo en la casa, sin aportar un dinero propio. En otra secuencia, están conversando luego de un partido en el vestuario, y el hijo le pide al padre plata para una salida. El padre le da 200 pesos. La cuestión del hijo mantenido se refuerza. ¿Cómo se resuelve todo al final? El hijo cumple años. Llegan el padre y el hijo a su hogar. El padre le anuncia al hijo que tiene un regalo para él. ¿Cuál es el regalo? ¡Adivinaron! Un auto. Es más, exactamente el auto que quería Toto, que se muestra re contento y agradecido con León, que parece que es un padre re piola. Aparece la novia del padre, es decir Ivana, para reforzar esa impresión, diciéndole a León algo así como “qué bueno lo que hiciste, sos un gran padre”. ¿Perdón? ¿Comprarle a tu hijo un auto te hace un gran padre? ¿No era que no te gustaba mucho que no tuviera un laburo? ¿El desafío no pasaba porque consiguiera por sí mismo comprarse ese auto tan deseado? Los problemas, nos dice Corazón de León, se resuelven con dinero. Lo que te hace noble es la plata, y lo que puedas hacer con ella.
7-Estas idas y vueltas, estas contradicciones que se transforman en regla dentro de lo narrado, se trasladan a lo visual, ya que Corazón de León es un film que pregona un discurso bienpensante, de superación de los prejuicios, pero las imágenes lo delatan: la inmensa mayoría de sus planos están encuadrados de tal forma que se promueva la risa respecto a la baja altura de León. Vemos sus patitas colgando en los sillones o sillas cada vez que se sienta; lo vemos bailando en un plano de conjunto con Ivana, resaltando su baja estatura y lo “divertido” que es ver a un enano en esa situación; o tratando de alcanzar infructuosamente una lata que está en una alacena alta, quedando colgando en el vacío, ridículamente, ante la risa de su hijo. El film pareciera querer decirnos “nos reímos con él, no de él”, pero lo cierto es que la intención es reírse de él, reírse del enano al que le quedan las patitas colgando.
8-Corazón de León (y Carnevale, que por algo es uno de los pilares del mundo Suar, tierra de la falsedad suprema) es un film que practica la “tolerancia”, esa forma hipócrita de hacerse el progre pero sin problematizar a fondo, como corresponde, los prejuicios, miserias y contradicciones que conforman a una sociedad, reproduciendo precisamente lo que supuestamente se ataca. Desde su estética de nuevo rico, con arbitrarias incursiones por paisajes brasileños -cortesía de las bondades de la coproducción-, es un vehículo discursivo para solidificar ese pensamiento, típico de la alta burguesía argentina, en el que no deben existir las diferencias, porque todos debemos ser de una misma forma: blancos, exitosos, lindos, sin conflictos con la otredad, porque ese “otro” acepta con deleite, sin cuestionamientos, al ser burgués. Ese el país que queremos, ¿no? NO.