¿Es coincidencia que Corazón Muerto se estrene comercialmente justo el mismo día que abre una nueva edición del Festival Buenos Aires Rojo sangre? El nuevo opus de Mariano Cattaneo (Incidente) fue una de las gratas sorpresas en la edición anterior del festival, y sirvió como termómetro para medir el más que buen momento en que se encuentra nuestro cine de género.
No solo eso, luego de su paso por el BARS giró por varios festivales internacionales, donde acumuló varios premios. Ahora, en una copia mejorada, llega el ansiado estreno en salas locales.
Del argumento conviene adelantar solo la premisa; dos secuestradores tienen el encargo de “tomar” a la hija de una empresaria y llevarla a una casa abandonada fuera de la ciudad. Algo, que no sabemos, sucede; y cuando otros dos secuaces son enviados a revisar lo sucedido, lo que encuentran es a la chica, encapuchada, sola, sin rastros de los secuestradores. Por otro lado, nos enfocamos en la historia de una obsesiva mujer que le reclama a su amado, reciprocidad. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Vayan a sala a averiguarlo.
Cattaneo plantea una historia de intrigas, que cambia constantemente de registro, pero siempre se mantiene fiel a su estilo.
No es difícil adivinar que estamos frente a una producción de recursos económicos limitados; pero como se ha venido cimentando el género en nuestro país, el dinero se suple con pasión y deseo de hacer las cosas bien.
Años atrás, una película como Corazón Muerto podría haber sido realizada en un estilo amateur deliberado; pero los nuevos impulsos llevan a que el resultado sea otro, que maneje un profesionalismo y detalle técnico digno de admirar, teniendo en cuenta su modo de realización a pulmón.
Corazón Muerto se da el lujo de pasar por el terror sobrenatural, el thriller psicológico, y el drama; y en todos los frentes sale bien parada. El clima construido envuelve y no suelta. Hay una tensión permanente, que puede llevar a la confusión, pero juega a favor para que no podamos despegar los ojos de la pantalla.
Su factura técnica, repetimos, es impecable, lo cual no es sencillo en un film como este que cambia permanentemente, y se mantiene en ritmo constante para darle vigor desde la imagen a lo que se cuenta. El trabajo en fotografía, puesta en escena y la banda sonora incidental, aportan una cuota importante más al poderoso ambiente ominoso, casi lúgubre. Hasta se da el lujo de arribar a un final que dividirá las opiniones.
Co un elenco de caras nuevas (no tanto para el cine de género que viene remándola desde hace rato), todos están a la altura de la circunstancia; y hasta ciertas sobreactuaciones son tomadas a gusto para enfatizar el nerviosismo.
Luego de recibir palmas por el sorprendente corto La Chica Más Rara del Mundo, Cattaneo da un paso adelante con un largometraje que está a la altura de lo esperado y más, que fácilmente puede considerarse un referente a futuro para el cine de género nacional por venir, aquel que con cada acierto como este, suma un nuevo ladrillo para un frente infranqueable.
Pueden ir confiados, estamos frente a una película que no defrauda.