Una mujer enferma de ELA convoca a su familia para despedirse. Ha decidido, con la asistencia de su pareja, quitarse la vida. En la línea de Las invasiones bárbaras, de Denys Arcand, es esta una crónica tristísima de los últimos momentos de una vida, narrada desde la observación de lo que esto provoca en los demás. El film de Bille August exige mirar, esperar -tampoco mucho, no hay lentitudes exasperantes de esas que irritan a los enemigos del 'cine de arte europeo'- para entrar con ellos a esta casa e ir entdiendo qué sucede. Sin pasarse de la raya pero sin despegarse de su terrible asunto, el film cuenta con un puñado de estupendos actores daneses al servicio de la puesta en escena de una eutanasia. Son personajes desesperados, claro, sobre todo la menor de las hijas, a la que su novio fumón, suerte de comic relief, no sabe cómo acompañar. Entre las tensiones que salen a la luz durante esta convivencia anómala -novios, maridos, hermanas, nietos, ex parejas-, deberán enfrentar la distyuntiva entre respetar el deseo de la madre o no hacerlo y tenerla así por un tiempo más. Sin subrayados ni hallazgos notables, Corazón silencioso es un logrado, elegante y obviamente triste retrato de lo que se pone en juego frente a la pérdida y el desgarro, inevitables antes o después.