Dentro del tanque
Desde El club de la pelea (Fight Club, 1999) Brad Pitt se apegó al personaje salvaje y carismático que intenta repetir en cada film que protagoniza. Sin dudas es su mejor composición, que en Corazones de hierro (Fury, 2014) lleva al extremo con el Sargento Don Collier marcado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
La historia nos trae a un grupo de hombres a cargo de Collier (Pitt) abordo de un tanque de guerra aliado apodado “Fury”, embarcado en suicidas misiones contra la resistencia alemana en 1945. El último en subirse al paradigmático tanque es Norman (Logan Lerman) un joven soldado aún no corrompido por los horrores del conflicto bélico. La trama cuenta la transformación del joven soldado en un despiadado guerrero con sed de violencia.
La primera escena del film funciona como metáfora: El horizonte iluminado y un oficial nazi montado sobre un idílico caballo blanco cabalga a contraluz. Se acerca a un terreno destruido por un reciente combate, con llamas, ruinas y cadáveres por doquier. De la cubierta de un tanque de guerra surge el personaje que interpreta Brad Pitt y en un arranque de violencia mata a machetazos al enemigo desprevenido. Vuelve a ingresar al tanque y se percibe claramente en el descenso a su interior, un descenso al infierno de la guerra: luces rojas, personajes desbastados física y mentalmente, con un compañero muerto y otro orinando en un tacho.
El tanque representa el infierno, el lugar de no retorno (por eso el personaje de Logan Lerman, aún no corrompido por la guerra, vomita al entrar). Su interior es lugar de las más primitivas situaciones a cargo de seres sin rastros de humanidad. En ese ámbito se muestran decisiones inhóspitas e irracionales arranques de valentía.
Si bien Corazones de hierro pretende ser un punto en el medio entre las grandiosas Apocalypse Now (1979) y Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), no logra estar a la altura de semejantes películas (ni ser un film antibélico). Sin embargo logra instalar en escena la demencia y el sin sentido de la guerra. Hay una interesante escena en la que los soldados encuentran a dos bellas mujeres alemanas. Los comportamientos animales que exponen se relucen en ese momento: se comportan instintivamente, intimidando al más débil, demostrando su violencia y salvajismo sin retorno. Hay una violación inminente que depende de una puja de poder (la lucha por imponer la fuerza de un hombre sobre otro). La tensión de la escena es inigualable.
El director David Ayer (En la mira, Reyes de la Calle) ha sabido manejar relatos de hombres y sus vínculos en situaciones extremas y aquí vuelve a hacerlo, llevándolos a los extremos de su conducta y posibilidades. Claro que si se cuenta con actores de la talla de Shia LaBeouf, Michael Peña, Jon Bernthal y Logan Lerman, sumados a Brad Pitt, es mucho más sencillo. Esta conjunción de valores puestos en escena, generan una atractiva película sobre la guerra, que si bien inscribe cierto patriotismo hacia el final, será despojado de los clásicos ideales.