Una de guerra que atrasa
Con Brad Pitt como protagonista y productor, la película es correcta, pero con argumento remanido.
Bastardos sin gloria parecía haberles puesto un punto final a las películas bélicas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. En el humor, Tarantino había encontrado la única vuelta de tuerca posible para volver sobre un tema tan remanido. Y, por si todavía quedaba alguna duda, Brad Pitt había demostrado una vez más que no es sólo una cara bonita (y que la comedia es su fuerte). Por eso sorprende que haya aceptado ponerse a la cabeza, como protagonista y productor ejecutivo, de Corazones de hierro, que atrasa 60 años.
Que se entienda: es una de esas películas de las que puede decirse con tranquilidad eso de que "está bien hecha". Correctamente filmada, tiene escenas de combate impresionantes y una recreación de época resulta creíble; en suma, se notan los 68 millones de dólares del presupuesto. La disfrutarán aquellos que vayan en busca de una bélica como las de antes, bien clásica, con un grupo de heroicos muchachos enfrentándose a los malvados nazis y a las duras condiciones de los campos de batalla.
Quienes esperen algo que se corra un milímetro de las convenciones, no lo encontrarán (salvo por un detalle: los disparos parecen salidos de armas de La guerra de las galaxias, en una curiosa elección de efectos especiales). Los cinco personajes principales responden a arquetipos: el severo pero justo sargento al mando; el novato, un jovencito que al principio parece un blando que no está a la altura de las circunstancias pero con el correr de las batallas demostrará su coraje; el religioso, solidario y querible; y los otros dos soldados, un tanto brutos y desagradables, pero tan nobles y buenos compañeros como los demás. Este quinteto convive a bordo de un tanque que surca el territorio alemán. Estamos en abril de 1945: la guerra está a punto de terminar, pero los nazis todavía ofrecen una feroz resistencia. Y la división de tanques, según nos explican al principio, era el punto débil de los aliados.
Quedó dicho: Corazones de hierro no tiene la ironía de Bastardos sin gloria. Tampoco, el planteo filosófico de La delgada línea roja. Ni el original punto de vista de Líbano, la película del israelí Samuel Maoz que transcurría casi en su totalidad adentro de un tanque, con la mirilla como único punto de vista hacia el exterior. Aquí hay diálogos solemnes, cargados de frases pretendidamente profundas (del tipo "Los ideales son pacíficos; la Historia es violenta"). Aquí hay que soportar a tipos gritando "¡fucking nazis!" mientras acribillan alemanes. Aquí hay un espíritu yanqui recalcitrante, a tal punto que el objetivo final parece ser reivindicar al ejército estadounidense, rescatando aquellas lejanísimas épocas en las que peleaba por causas justas.