Un emotivo alegato antibélico
El film de David Ayer, protagonizado por Brad Pitt y Logan Lerman, dice lo suyo desde las entrañas de Hollywood. Lejos del heroísmo de varias muestras del género, muestra los horrores de la guerra desde otro punto de vista.
Promediando el relato el sargento Wardaddy (Brad Pitt) sentencia: "Mucha gente tiene que morir antes de que termine esta guerra", un poco resumiendo lo que vivió junto a su tripulación en el tanque Sherman desde que comenzó el conflicto y adelantándose al final, que intuye, será trágico.
Corazones de hierro se ubica en la marcha final, de triunfal nada, a Berlín en la Segunda Guerra Mundial y centra su mirada sobre un grupo de tanquistas que vivieron la contienda desde el principio y en el camino fueron dejando buena parte de su humanidad, convirtiéndose en hombres dañados, sin esperanza. A este grupo se une Norman (Logan Lerman), un joven que intenta acoplarse al grupo de veteranos y a la vez, conservar su sentido moral en medio de matanza, en tanto Wardaddy será el encargado de doblegar las creencias del muchacho y darle su visión sobre el estado de las cosas.
Sucia, con varias escenas bien lejos del heroísmo que muestran decenas de películas del género bélico –hay ejecuciones a soldados desarmados, mujeres que se entregan por un paquete de Lucky Strike–, el film de David Ayer, guionista de Día de entrenamiento, director de En la mira y Vidas al límite, muestra los horrores de la guerra desde un tanque estadounidense (gran trabajo del DF Roman Vasyanov), siempre en inferioridad de condiciones frente a los monstruosos Panzer alemanes, metáfora obvia pero efectiva de la perfección tecnológica al servicio del mal de un régimen que cobra un altísimo precio por su derrota.
Si en Pelotón el alma del soldado Chris estaba tironeada entre los sargentos Elias y Barnes, en Corazones... el novato Norman tiene una sola opción y es el personaje que interpreta Pitt (cada vez más preciso y convincente), bestial la mayoría de las veces pero de un tipo necesario para todas las guerras, convencido de que para él no hay un después cuando se termine el conflicto –tampoco para el tosco mecánico Grady (Jon Bernthal), el conductor Gordo (Michael Peña) ni para el artillero Boyd (Shia LaBeouf)–, con un fuerte sentido del deber y que hará lo necesario para que su discípulo pueda vivir. Y para eso lo obliga a intervenir en los hechos más miserables, lo que le permite al director mostrar un abanico de atrocidades.
Lejos de la épica de Rescatando al soldado Ryan o de la serie Band of Brothers, dos creaciones de Steven Spielberg que refundaron el género, aún con la crueldad de algunas innecesarias escenas propias del gore, Corazones de hierro es un potente y emocionante alegato antibélico y tiene el coraje de decir lo suyo desde las entrañas mismas de Hollywood.