Corazones de hierro es la película más ambiciosa de David Ayer, un director que en los últimos años brindó buenas historias como Harsh Times (Christian Bale), Street Kings (Keanu Reeves) y el excelente drama policial En la mira.
El año pasado estrenó Sabotage, una entretenida adaptación del clásico de Agatha Christie, "Los diez negritos", que estuvo protagonizada por Arnold Schwarzenegger y no pasó por los cines locales.
Su nuevo proyecto es el primer trabajo importante que hace para un estudio de Hollywood y presenta uno de los filmes bélicos más brutales que se hicieron en los últimos años.
La trama se ambienta en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial y se centra en la tripulación de un tanque Sherman a la que le asignan una misión complicada tras las líneas enemigas.
Ayer trabajó el conflicto con personajes estereotipados clásicos del género bélico, como el líder paternal (Brad Pitt), el soldado religioso (Shia LaBeouf), el sureño bruto e ignorante (Shane de Walkind Dead), el latino buena onda que siempre descomprime los momentos de tensión con algún chiste (Michael Peña) y el tradicional novato que nunca disparó un arma (Logan Lerman).
La particularidad de este film es que salvo por el rol de Lerman, que en la trama cumple una función similar a la de Charlie Sheen en Pelotón, el resto de los soldados son todos tipos desagradables. Ayer presenta a los protagonistas como hombres que están muertos en vida. Tienen pulso y respiran pero la guerra los mató hace tiempo. Sólo sobreviven para matar nazis.
Corazones de hierro tiene cierta influencia del cine bélico nortemericano de los años ´40 y ´50, algo que está claramente representado en Wardaddy, el personaje de Brad Pitt, que es un heredero de los soldados que acostumbraba interpretar John Wayne.
Sin embargo, a diferencia de lo que solían ser aquellas películas, el director evitó caer en las odas patrioteras y la glorificación de la violencia con el objetivo de desarrollar un drama intenso que se concentra en describir el horror de lo que representa una guerra.
En los aspectos técnicos encontramos las mayores virtudes de este trabajo de David Ayer. Las secuencias de acción son muy intensas y logran sumergir al espectador en el caos de los combates que se desatan a lo largo de la trama.
Creo que desde Patton (1970) y Sahara (1995), con James Belushi, los tanques no se destacaban tanto en una película bélica como ocurre en Corazones de hierro.
La escena en que los protagonistas tienen un duelo con una unidad de tanques alemana es una pequeña obra maestra en materia de acción. En ningún otro film bélico vas a encontrar una batalla de ese nivel con estos vehículos. La tensión y la adrenalina que presenta la narración de Ayer durante ese momento es algo extraordinario.
Aunque la conclusión de esta historia no me terminó de cerrar del todo, por una serie de situaciones que se dan en la última batalla, en general me pareció una muy buena película que se destaca entre los mejores trabajos de este realizador.
Será interesante ver que hace próximamente con la adaptación del cómic El escuadrón Suicida, de la editorial DC, que no podía estar en mejores manos.