Enero y Febrero son a nivel internacional los dos meses más interesantes en materia de estrenos de cine. El motivo es sencillo. Mirando de reojo a los Oscars, los directores, productores y actores que apelan a llevarse alguna estatuilla saben bien que por estas fechas compiten los estrenos que más chances tienen de ser fichados por La Academia. Pero a no confundirse. El estreno de Fury (tal su título en inglés) no necesariamente tiene en la mira a los Oscars. Curiosamente en una época en donde los estrenos a nivel mundial suelen diferir poco o nada con el del país de origen del film, en este caso el desfasaje entre Estados Unidos y Latinoamérica fue de al menos tres meses. Y por estos pagos se trata quizás de uno de los estrenos menos esperados del año. Poco tiene esto que ver con la calidad de la película protagonizada y producida por Brad Pitt, sino más bien con el controversial siniestro que sufrió la compañía Sony Pictures que se vio obligada a adelantar el estreno en Estados Unidos y varios países de Europa. Y es que hace ya más de dos meses que la película anda circulando por internet para ser descargada sin autorización de la compañía Sony, por supuesto.
Haciendo a lado lo anecdótico, Fury parecía pisar fuerte como inminente sorpresa en la temporada de premios, pero las reacciones de la crítica británica (los primeros en verla en festivales) decepcionaron a más de uno. Y pasada la entrega de premios de los globos de oro, el film dirigido por David Ayer ni siquiera estuve entre los nominados. ¿Cuánto tiene esto que ver con las virtudes y defectos del film? Mucho y poco a la vez.
Cuando las luces se apagan, ya sea en la sala de cine o la comodidad del hogar, se da lugar al goce o rechazo de la película en cuestión del modo más subjetivo posible y poco importan las críticas y nominaciones a los premios.
Corazones de hierro está filmada y narrada con una estructura de película bélica clásica. Por fortuna su director decidió ignorar esa tendencia de los últimos años de agregar realismo a la composición a través de una cámara en mano que mal utilizada, lejos de contribuir a la inmersión en el contexto de la historia, repele y confunde al espectador. Acá los planos son cuidados y el énfasis está puesto en las heroicas batallas que estos héroes olvidados de la segunda guerra mundial llevan a cabo. Pero a la vez se presenta una contradicción. Por un lado David Ayer induce a los actores a comportarse de un modo natural y descontracturado con acentos en ocasiones inteligibles en el contexto de una ruidosa mezcla de sonido, y por el otro muchos de los diálogos que intercambian los protagonistas parecen un compilado de grandes éxitos de frases de películas bélicas.
Aun así, gracias a la cruda, sucia y cruenta visión del director, resulta muy fácil dejarse cautivar por los andares de este grupo de soldados que recorre en tanque una Alemania nazi en retroceso y al borde del fin de la guerra que más ha alimentado al cine de historias. Quizás lo más reprochable sea la necesidad intrínseca de David Ayer por explicar y exponer todo sin dejar cabos sueltos no dando lugar al espectador a realizar una interpretación propia. Todo está servido en bandeja y ya viene masticado de antemano.