El filósofo Gilles Deleuze acuñó un término que define con exactitud a esta película: percepto. ¿Qué significa? Las personas percibimos, pero lo que el arte intenta es construir un conjunto de percepciones que sobrevivan a aquél que las experimenta. Es decir que yo puedo ver y cruzar todos los días una misma calle, pero si un artista la ordena estéticamente, deja de ser una percepción individual y pasará a ser un percepto, algo que todos podremos apreciar.
Por eso aquél que se jacte de habitar Córdoba deberá acercarse urgente a ver este documental para redescubrir su ciudad como obra de arte. Esas calles que uno cree conocer de memoria se revelan como algo desconcertante. A esto apunta Córdoba, sinfonía urbana: a retratar una geografía. Y como en todos los grandes retratos, aparecerá la intencionalidad del artista, o en este caso de un grupo de artistas comandados por Germán Scelso.
Sus 60 minutos consisten en una trepidante sucesión de planos que ocho cineastas hicieron de Córdoba: la Cañada, el Lago San Roque, el Monumental Sargento Cabral, las peatonales céntricas, la Galería Cinerama, la Iglesia de los Capuchinos, el Parque Sarmiento, la circunvalación, el Teatro del Libertador e infinitos etcéteras.
Primer prejuicio a eliminar: no es una película financiada por la Secretaría de Turismo. Segundo prejuicio a eliminar: no comete la tontería de reducir la provincia al cuarteto y el fernet. Lo maravilloso de Córdoba, sinfonía urbana es su capacidad para repensar la ciudad a través de planos enigmáticos, todos bajo un riguroso criterio de abstracción geométrica, como si la mirada de este grupo de cineastas fuese virgen o extraterrestre. Cada espacio o situación vibra por primera vez y una manifestación en la avenida Vélez Sársfield, escenario harto común, posee tal singularidad que parece poder revertir el curso de la historia.
Si este filme se torna hipnótico es porque en lugar de explicar Córdoba prefiere contemplarla. El único posicionamiento ideológico del filme queda sugerido a través de la recurrencia de la figura policial y los cauces fluviales, como si los abusos de autoridad que marcaron la historia de la provincia fuesen lavados.
Scelso también entiende que está retratando a una ciudad globalizada, permitiendo la convivencia de yuyos autóctonos con marcas de multinacionales, de siluetas de edificios sobre fondos silvestres. Gracias al manejo sobrenatural del sonido, esta incoherencia urbana se transforma en un artefacto afinado en donde bocinas, pájaros y taladros encuentran su armonía.
Después de ver esta película Córdoba no será la ciudad que habitamos: será, además, una soberbia obra de arte.