Con dos películas estrenadas hace poco, el nombre de Jan Komasa se instaló en la agenda cinéfila como alguien para tener en cuenta. El director polaco de 39 años se hizo conocido a nivel mundial el año pasado, cuando su película Corpus Christi, que se estrenó esta semana en Argentina, fue nominada al Oscar como mejor película internacional, además de haber tenido un aclamado recorrido por varios festivales importantes (Venecia, Toronto, Hamburgo, entre otros). El año pasado también se estrenó en Netflix su última película hasta la fecha, Hater, que generó admiración y polémica en partes iguales.
Komasa trabaja con personajes a los que se podría catalogar de marginados farsantes, outsiders que fingen ser personas que no son y que, por alguna desgracia personal, han quedado fuera del sistema que tanto desean integrar. Pero no son tipos cualquiera, sino con cierto talento y carisma para hacer lo que mejor les sale: crear noticias falsas en las redes sociales (en el caso de Hater) y predicar la palabra de Dios (en el caso de Corpus Christi).
En Corpus Christi se cuentan dos historias distintas que terminan uniéndose gracias al pulso narrativo de Komasa. Por un lado, está la historia de Daniel, un muchacho de 20 años que cumple una condena en un reformatorio. Por otro lado, está un grupo de padres que no puede superar una tragedia automovilística. La clave está en cómo el director funde las dos tramas sin descuidar la intensidad dramática. El resultado es una película que conmueve no solo por la sólida interpretación de Bartosz Bielenia, sino también por la cuidada puesta en escena.
Daniel asume con tristeza el crimen cometido años atrás, pero quiere una segunda oportunidad en la vida. Cuando al reformatorio llega el hermano del hombre que mató en una trifulca, el cura del lugar decide darle libertad condicional y mandarlo a trabajar a un aserradero en la otra punta del país, para que no se agarren a las piñas. Pero cuando Daniel llega al pueblo, en vez de ir al aserradero, se va a la iglesia. De este modo, y después de una serie de malentendidos, se hace pasar por cura y empieza a ejercer el sacerdocio con una convicción a prueba de balas.
A medida que Daniel empieza a ganar confianza en el altar, también se va metiendo en la tragedia que mató a seis jóvenes y que tiene a la gente del pueblo dolida y furiosa. En un santuario que les hicieron a los fallecidos, los padres omitieron la foto del hombre que manejaba el camión que chocó contra el auto donde iban los jóvenes. Daniel quiere darle al chofer un entierro como corresponde porque quiere que los muertos descansen en paz y que los vivos puedan seguir sin rencores ni remordimientos. Esto, por supuesto, lo enfrenta con los padres y con el ánimo del lugar.
El de curas es un subgénero con una larga tradición en la historia del cine, y Corpus Christi es, sin dudas, uno de los grandes títulos recientes. Como es habitual en este tipo de películas, todo el peso de la historia cae sobre los hombros del protagonista masculino. Es decir, la actuación es fundamental, y lo que hace Bartosz Bielenia es verdaderamente extraordinario, capaz de llevar el descubrimiento de su vocación espiritual a un terreno tan inverosímil como convincente.