Corralón

Crítica de Luly Calbosa - Loco x el Cine

En el mundo del revés… ¿Quién domestica a quién? Este arco retórico, dramático, atraviesa la presente propuesta indie de carácter expresionista y terror psicológico dirigida por Eduardo Pinto. El guión conlleva el espíritu de vanguardia y cine independiente; Corralón retoma el género del thriller Caño dorado (2009) y pivotea con el eje narrativo de la supervivencia del hombre en un contexto de profunda crisis existencial. La trama se subordina a contar qué sucede en la periferia del Gran Buenos Aires, más precisamente en Moreno. Desde esta locación oscura retrata a través de la estética en blanco y negro un plano simbólico tenue; materialista; difuso; entre el bien y el mal… donde la abundancia y la escasez penden de un hilo y lo emergente se contrapone al mundo de etiquetas y el Glam.

La narración se centra en dos amigos que trabajan en el corralón (Luciano Cáceres y Pablo Pinto) y atraviesan el crudo invierno trasladando materiales para la construcción hacia los barrios cerrados; ardua rutina que los mantiene encerrados durante horas en el camión. Entretanto, la trama acompaña con planos y contraplanos del Oeste permitiendo que el espectador interactúe con dos universos opuestos y sienta el choque entre lo sombrío, cerrado y acartonado de un barrio con el que está en construcción. Al unísono, drone mediante, enfatiza la grieta social; cuestiona desde la periferia las diferencias ideológicas que subsisten en este espacio-tiempo antagónico; asemeja el comportamiento del individuo al animal canino y refleja la sociedad bajo la figura de perros rabiosos versus amigos fieles donde todos se someten al abuso de poder de un amo justificando su accionar por el mero instinto que los alinea, desde la época colonial.

Aflora la desigualdad de clases. Se observa cómo el peso que cargan sobre sus hombros afecta sus vidas cuando un buen día, tras una borrachera, estacionan mal el camión y pisan la huerta de la dueña del terreno (Brenda Gandini) que sale gritando “¡Oh! Mi plantita, mi plantita…” mientras su marido (Joaquín Berthold) los humilla verbalmente hasta el hartazgo. Los insulta. Esto converge en catarsis y el género muta de un costumbrismo machista liviano a thriller psicológico. Aparece la venganza y lo salvaje como protagonista en una sociedad gótica donde la propiedad privada de un objeto define al individuo: ¿Hasta dónde es capaz el ser humano de llevar al extremo la violencia en un contexto de albedrío? Este interrogante acompaña el relato de principio a fin y la historia propone un debate social.

Párrafo aparte para las escenas enmarcadas en un blanco y negro costumbrista que toma vuelo con la música a cargo de Axel Krygier, creador del tema “Doggy Style” y acompaña la trama al pulso de un elenco de lujo al que se suman en papeles secundarios Carlos Portaluppi y Nai Awada. Este verosímil permite pensar las alteraciones y álter egos; se entremezcla el sonido propio del reino animal (los aullidos) con los del lugar y lo lumínico como tela de fondo mediante flashes hitchcockeanos. El público conecta eficazmente con los personajes y esta energía descomunal abre el juego al espectador para que espíe sin prejuzgar las categorías impuestas por el mito de ‘divide y reinarás’, ‘civilización y barbarie’.

Corralón (2017) es una apuesta eficaz para utilizar el cine como herramienta de diálogo y mantener en alerta al público frente a un estado de políticas ausentes. Habla de sometimiento, esclavitud; educación y re-educación en un marco de división de clases; modismos y aislamiento. Sirve como material de construcción social. Fomenta la creación de un puente para cruzar de un lado al otro sin barreras ni categorías que separen al hombre en base/estructura. Apela a superarse, salir del encierro y honrar los derechos sin perder el respeto por el otro… Subraya la necesidad de evitar tener que tomar partido para lograr salir airoso del espiral tóxico. Cabe destacar que esta producción independiente no contó con apoyo del INCAA, fue furor en BAFICI y se realizó a pulmón por la productora de los hermanos Pinto, Omar Aguilera y Cáceres, Eusebia en la higuera. Es fiel al arte transgresor que se vive en esas paredes. Ojalá el público apueste al cine local, la reciba de este modo y llene las salas comerciales.