Corralón

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

UNA LUCHA DE CLASES DEMASIADO EXPLÍCITA

Ante un cine nacional que se acerca mayormente a los márgenes sociales desde la construcción de estereotipos, no se pueden negar que la cámara de Eduardo Pinto registra el conurbano en Corralón con cierta honestidad: esa que permite hacer tangible un universo complejo de capas sociales que se intercalan pero que nunca se integran. Precisamente esa desintegración es la que le interesa mostrar aquí al director de Caño dorado, desintegración que explota en una violencia siempre contenida y que redunda en un espíritu primal y bestial que se impone -con fuerza- sobre el otro. Si hay algo que sobresale en la película es esa fiereza que Pinto exhibe con cercanía y placer por el impacto.

En el film los protagonistas son unos trabajadores del corralón del título, dos tipos que ahogan sus frustraciones un poco en alcohol y otro tanto en un trato ríspido hacia los demás y entre ellos, y donde lo sexual es siempre una vía de escape. Por eso, cuando se crucen en sus caminos con una pareja de clase alta con modales sumamente despectivos, las diferencias sociales aflorarán velozmente en Corralón, tanto desde el uso del lenguaje como desde una reconstrucción física y furiosa de los ámbitos que los personajes habitan. Lo curioso no será tanto esa disputa, ese juego de clases que se vuelve bastante violento, sino el tipo de revancha que prepara uno de los obreros: secuestrar a los “ricachones” no para pedir rescate ni robarlos, sino para reducirlos a la condición de perros. La dominación es el tema de fondo de Corralón.

Sin dudas que Pinto tiene las herramientas cinematográficas para balancear su película entre un registro sucio y realista, y el cine de género. El problema es que muchas veces, preocupado en ese qué decir, se olvida la sutileza y termina apelando a redundancias y trazos gruesos que atentan contra el verosímil construido. No es tanto por la sordidez que desprende el relato como por lo simbólico que sus imágenes explicitan demasiado, aun cuando sus personajes saludablemente no terminan por definirse y la película se mueve entre la ambigüedad. En ocasiones Corralón hace acordar a los universos que plantea en su cine José Campusano, con la diferencia de que aquí se observa una pericia técnica y hasta un cuidado estético que impiden mirar sus fallas con indulgencia.