En los intensos años de la década del 60, el cineasta Manuel Antín conoció al afamado escritor Julio Cortázar. De este conocimiento nacería una larga amistad que se transformaría en cartas y cintas grabadas, ya que el primero realizó sus primeros film en su país de origen, mientras que el autor de Rayuela estuvo mucho tiempo alejado de la Argentina. Muy pronto, Antín se sintió atraído por la literatura de ese hombre y en 1961 adaptó para la pantalla grande su obra La cifra impar, y un año después rodó Los venerables todos, ambos films en que los recuerdos de sus héroes se agolpan en el presente para aclarar o confundir el pasado. De esa constante amistad epistolar entre Cortázar y Antín nacería, en sociedad, el guion de Circe, pero no terminaría aquí ese trabajo a dúo, ya que Antín filmó, en 1964, otra de sus novelas: Intimidad de los parques. La directora Cinthia Rajschmir logró, con tan rico material, componer un documental cálido y sincero que explica el difícil vínculo entre la literatura y el cine. Varias personalidades que tuvieron que ver con esa amistad y con sus films, entre ellas Ponchi Morpugo. Ricardo Aronovich, Graciela Borges y Dora Baret, recuerdan aquellos días de rodaje, en tanto fragmentos de esas películas desfilan por la pantalla como homenaje a esos dos íconos del séptimo arte y de las letras.
“Cortázar era el escritor que yo hubiera querido ser, y el cine fue una manera maravillosa de plagiarlo sin que fuera delito”, dice Manuel Antín, con su memoria de elefante, desde sus oficinas de la FUC en una de las primeras escenas de Cortázar & Antín: Cartas iluminadas, el documental de Cinthia Rajschmir dedicado a indagar en la relación entre el director de La cifra impar y el autor de Rayuela. Una relación de múltiples aristas: artística, personal y profesional. Antín conoció a Cortázar dos veces. La primera fue leyendo sus libros. La segunda, cuando entabló una amistad que cimentó las bases para que el director adaptara cuatro cuentos de sus cuentos. Fue, mayormente, una relación a distancia, en tanto Cortázar vivía en París y Antín en Buenos Aires. Todas las semanas se enviaban cartas compartiendo situaciones de sus vidas pero también recomendaciones de libros y películas y, sobre todo Cortázar, opiniones sobre el desarrollo artístico de las películas. Esas cartas conforman el núcleo duro de este documental centrado principalmente en los momentos que unieron fuerzas en el cine, como por ejemplo en el guion de Circe. Con testimonios de quienes trabajaron en estos proyectos –sobresale la figura de Graciela Borges–, Cartas iluminadas recupera la voz de Córtazar a través de varias “audio cartas” enviadas desde Francia, que se mezclan con las anécdotas y reflexiones de Antín. Una oportunidad única de escuchar a dos referentes indiscutibles de la cultura nacional, a la vez que de meterse en la cocina de los momentos más importantes de la historia del cine argentino.
Un encuentro epistolar de Cinthia Rajschmir "Cortázar y Antin: Cartas iluminadas" (2018), ópera prima documental de Cinthia Rajschmir, gira en torno al intercambio postal que mantuvieron el escritor Julio Cortázar y el cineasta Manuel Antín entre 1961 y 1975. Manuel Antín fue el mayor adaptador de la obra de Julio Cortázar en la pantalla grande, forjando una estrecha amistad con el escritor con quien durante años cruzó cartas entre Buenos Aires y París. Filmó tres películas basadas en sus cuentos y tuvo el privilegio de recibir los originales de "Rayuela" para entregarlos a la editorial Sudamericana. La cifra impar (1962), basada en el cuento "Cartas de mamá", se convirtió en su debut cinematográfico. Luego rodó Circe (1964) e Intimidad de los parques (1965, sobre "Continuidad de los parques" y "El ídolo de las Cícladas"). El intercambio epistolar en el que ambos se manifestaban su mutua admiración se extendió entre 1961 y 1975. Antin reunió esa correspondencia en una edición personal, "Cartas de cine", que luego integró los tomos de las "Cartas" editada por Alfaguara y que ahora Cinthia Rajschmir utiliza como eje central de su película. Cortázar y Antin: Cartas iluminadas está atravesada transversalmente por esas misivas que cruzaban el Atlántico para no solo reconstruir la relación entre el escritor y el cineasta sino también para desandar detalles sobre la transposición cinematográfica de cada uno de esos cuentos. A lo largo del metraje, Antin relata anécdotas que sellaron esa amistad como aquel día que vieron juntos La cifra impar a solas en un laboratorio de Buenos Aires, y en el que Cortázar la dice golpeando su hombro “pibe, entendí mi cuento'". También aparecen referencias a la adaptación de Circe en un trabajo codo a codo o sobre las discusiones que mantuvieron a raíz de Intimidad de los parques, porque en lugar de ambientarla en Grecia se filmó en Machu Picchu (Perú). La directora apela a los testimonios del propio Antín, su mujer, la escenógrafa Ponchi Morpurgo, las actrices Dora Baret y Graciela Borges, o el DF Ricardo Aronovich, entre otros, para armar la trama, pero la pieza fundamental de la película resulta una audiocarta del propio Cortázar a Antín que oficia como punto de vista del escritor. De esta forma Cortázar y Antin: Cartas iluminadas, como un rompecabezas audiovisual, se completa y le da forma a una amistad literaria y cinematográfica sostenida a través del intercambio epistolar, ya que ambos solo se veían cuando el cineasta viajaba a Europa o el escritor visitaba la Argentina.
LOS CAMINOS DE LA MEMORIA “Después del almuerzo yo hubiera querido quedarme en mi cuarto leyendo, pero papá y mamá vinieron casi en seguida a decirme que esa tarde tenía que llevarlo de paseo”. Pensemos por un momento en ese comienzo. Pertenece a uno de los grandes cuentos de Julio Cortázar. Se llama Después del almuerzo y está incluido en Final del juego de 1956. Toda la narración omite la naturaleza y la identidad de ese pronombre “lo” y la fuerza del relato radica en esa indefinición. Pensemos ahora en términos de adaptación: ¿cómo podríamos trasladar a la pantalla la fuerza discursiva de ese entramado textual? ¿De qué maneras representaríamos la horrible sensación de algo que acecha y que no conviene hacer visible para que no se pierda ese efecto? ¿A través de qué procedimientos cinematográficos? (tal vez con un fuera de campo, tal vez). Bueno son preguntas que sin duda le surgen a un cineasta a la hora de adaptar un texto literario, y si vamos a hablar de Cortázar y el cine, es inevitable referirse al menos a ciertos problemas que aparecen cuando se plantean las problemáticas relaciones entre la literatura y el cine. Algo de lo anterior se manifiesta en la película Cortázar & Antín: cartas iluminadas de Cinthia Rajshmir, consagrada fundamentalmente al intercambio epistolar entre el escritor y Manuel Antín, director que se animó antes que nadie al desafío de llevar a la pantalla cuatro cuentos en tres adaptaciones (La cifra impar, Circe e Intimidad de los parques). La amistad entre ambos es un asunto conocido por lo que el documental abría la expectativa de hallar material jugoso o inédito. La primera impresión es que hubiera dado para más. El resultado parece un tibio acercamiento, no desprovisto de interés, pero concebido desde un lugar analítico más bien neutro, sobre todo cuando se tocan lateralmente aristas ideológicas. Dos ejemplos son elocuentes al respecto e involucran a Ponchi Morpurgo, escenógrafa y mujer de Antín, una de las voces familiares que se escuchan. En un momento, cuando narra los motivos del exilio de Cortázar no se atreve a mencionar la palabra peronismo. Más adelante, acusa de infantilismo al escritor cuando adhiere a la revolución cubana, hecho que resintió el intercambio epistolar con los Antín. Lejos de preguntar, de hallar un espacio de disidencia en el documental (independientemente de las opiniones personales), hubiera sido enriquecedor profundizar en ese aspecto, que no es menor. Este, tal vez, sea uno de los espacios en blanco de una película que genera la impresión de que hubiera dado para más. Pero lo que le preocupa a la realizadora es más bien un registro expositivo, de neta complicidad con el director argentino que, por otra parte, es quien tiene los materiales más destacables, entre ellos, las fonocartas donde se escucha la voz joven de un Cortázar en ciernes, con esa intensidad surrealista al hablar, atravesado por las dificultades de tener que escribir los guiones de sus propias historias. Es importante reparar en ello porque aquí radica el núcleo productivo que planteara en el primer párrafo de esta reseña y, además, permite ver el campo de tensiones entre la literatura y el cine. Cuando Cortázar describe el rostro de Graciela Borges en Circe, habla como cineasta; más adelante, cuando critica la adaptación que hace Antín en Intimidad de los parques, se pronuncia como escritor. Uno se pone del lado del cineasta en esta última observación inevitablemente. Y más allá de que las películas, vistas hoy, parezcan más bien ancladas en una etapa del cine argentino en la cual una dirección firme era emular ciertos climas de la Nouvelle Vague, no puede dejar de reconocerse el mérito de Antín por pensar los modos posibles de adaptación de un tipo de literatura que trabaja con las elipsis como medio crucial para develar la dimensión de lo fantástico en lo cotidiano. Hay resoluciones del director que son notables y no deberían perderse de vista. En una de las frases de Circe se lee: “Mario juntaba pedazos de episodios”. Siempre me pareció una frase interesante para pensar la idea de montaje y sobre todo para la versión cinematográfica de Antín, quien establece un lazo formal con el cuento a partir de la fragmentación. Nosotros, los espectadores, somos como Mario, es decir, juntamos pedazos. Este tipo de relaciones no están profundizadas en el documental, pero sí surgen tangencialmente cuando la directora alterna fragmentos de las películas con las voces de los protagonistas involucrados. En todo caso, parece una película hecha por una amiga de Antín. No está mal que así sea. Eso también da lugar a momentos afectivos e íntimos. Dos ejemplos bastan para confirmarlo. Una es la anécdota cuando escritor y director ven La cifra impar en una función privada y Cortázar le suelta: “Pibe, entendí mi cuento”; la otra, es la voz de Antín leyendo la última carta del cronopio enmarcada en un cuadro. Al final, cuando la cosa se pone linda, la película termina.
“… antes de la aparición de Resnais en el ámbito cinematográfico mundial, ya Julio Cortázar escribía un cuento en donde se jugaba con el tiempo de la misma manera que yo lo he hecho en La cifra impar, respetando no a Resnais sino a Cortázar” (David Oubiña citando a Antin en el libro Manuel Antín) En Cortázar & Antín. Cartas iluminadas (2018), el foco es, como ya delata el título, el vínculo manifiesto entre ambos autores en las misivas que se escribieron durante más de dos décadas. Durante esos años, el primero vivía en París y el segundo en Buenos Aires aunque se vieron en persona esporádicamente. Estas son cartas lúcidas por el afecto y la agudeza mancomunada de ambos artistas en pos de su creación cinematográfica. A través de ellas vemos los pareceres, acuerdos y discrepancias en los proyectos donde trabajaron juntos. Cinthia V. Rajschmir escoge los tres acercamientos de Antin a la obra de Cortázar: Intimidad de los parques (basada en “La continuidad de los parques” y “El ídolo de las Cícladas”), La cifra impar (basada en “Cartas a mamá”) y Circe. Los tres guiones estuvieron bajo la revisión c del autor. Cinthia rescata el reconocimiento mutuo entre Antin y el narrador nen las palabras “de haber sido yo escritor, habría sido Cortázar”. También hurga en él deteniéndose en Graciela Borges, la protagonista de La cifra impar (1962). En específico lo ejemplifica la escena del espejo censurada antes de su estreno. Borges además la repite en la actualidad. El problema en el documental de Rajschmir viene con las maneras múltiples y contrastantes de mostrarnos estas cartas. Ninguna potencia su merecida atención. Por ejemplo, en una escena es visible de forma translúcida una de las correspondencias mecanografiadas con el mar al fondo y leída en voz alta por alguno de los entrevistados. Tantas voces lectoras y recursos técnicos en torno a los textos impiden concentrarnos en la confianza que ambos autores se expresan. Esto es tan claro que la posproducción resalta las líneas dichas en voz alta. Ya por sí solas son legibles en el plano, si bien tardamos en conseguirlas. Hay dos obras de estos últimos años donde las cartas son, como aquí, la evidencia de vínculos afectivos, filosóficos y geográficos: Miró. Las huellas del olvido (2018) de Franca González y la coproducción de Paraguay y Argentina Un suelo lejano (2019) de Gabriel Muro. Aunque las relaciones similares y diferentes darían para un texto mucho más detallado, en las tres coinciden las cartas como parte de inquietudes actuales donde estos documentos entraman la dinámica audiovisual de la obra y ya no solo los vínculos entre personajes históricos. El traspié recurrente con la manera de mostrar las correspondencias en Cartas iluminadas no obstaculiza otro genuino hallazgo. Aquí la memoria conforma una búsqueda como ocurrió en la amistad creadora de Cortázar y Antin. En la escena más conmovedora, la actriz Dora Baret, protagonista de Intimidad de los parques (1965), recuerda un momento significativo que la moviliza hasta llorar. Si bien la escena tiene un corte abrupto, sabemos también que son abruptas las emociones. Y esos pocos segundos hablan del poder ambivalente y restaurador de la memoria. Este solo instante en escena nos permite reflexionar sobre la desolación memoriosa frente a la distancia entre lo que fue y ahora es cada individuo. También así vemos cómo la memoria restituye a la entrevistada por su capacidad evocadora y a los espectadores para que seamos partícipes de esta intimidad significativa más allá de lo público.
UN MUNDO DE CREACIÓN Y ADMIRACIÓN Por fin se estrena en cines este documental del 2018 realizado por Cinthia Rajschmir, que se basa en la amistad y el intercambio de cartas (entre l961 y 1975) entre Manuel Antín y Julio Cortazar. El director argentino filmo tres películas basadas en los cuentos del famosos autor: “La cifra impar” en l962, “Circe” en l964 e “Intimidad de los parques en l965. La amistad, el mundo creativo, el testimonio del director, la admiración mutua aflora en este trabajo que encantará a todos.
Historia por correo "Cartas iluminadas explora las relaciones del cine y la literatura mediante la amistad de Julio Cortázar y Manuel Antín, dos grandes de su medio que supieron dialogar lo necesario para nutrirse el uno al otro." Cortázar & Antín: Cartas iluminadas, 2018. En los intensos años 60, el joven cineasta Manuel Antin conoce al afamado escritor Julio Cortázar. Sus cartas cruzan el Atlántico y Manuel desde Buenos Aires, Paris y Machu Picchu filma tres películas basadas en cuentos de Julio, generando un cine de ideas que rompe el molde de su época. A un océano de distancia, escriben juntos el guion de Circe. Las cartas y la fonocarta de Cortázar que llegan desde Paris revelan una tensión entre el escritor que avanza sobre el espacio del director y el director que intenta eludir el sinuoso vínculo entre literatura y cine, mientras fuerzas ocultas en los cuentos encarnadas en personajes que pasaron a la pantalla, gravitan peligrosa y misteriosamente. Con un extenso material de archivo y entrevistas, el documental logra un ritmo realmente ágil, manteniendo un constante y atrapante hilo narrativo que atrapa por los interesantes testimonios. Cartas y grabaciones cobran vida en esta película, enmarcando de una forma muy bella una amistad muy intensa. El tratamiento de lo que es el cine y la literatura está muy bien logrado, tomando las citas perfectas para encarnar cada situación y momento. Situado, de manera permanente en contexto histórico y social, el documental sabe ser claro e interesante. Muestra lo que quiere mostrar para lograr lo que busca. "La forma en la que el film enmarca posturas y juicios sobre el cine y la literatura es altamente agradable y bella, rescatando un gran amor por ambas artes. Un documental que sabe lo que hace desde la primera escena y hasta el último diálogo."
Si la crítica de cine acerca el film al fenómeno literario para establecer valores y nexos que permitan que ambas expresiones artísticas dialoguen, nutriéndose mutuamente, tomaremos en cuenta que la dimensión temporal que manipula el dispositivo cinematográfico incorpora la función de la narración, posibilitando que ambas expresiones se retroalimenten. Al igual que la literatura recrea a través de la palabra los ambientes en dónde estos acontecimientos cobran vida, el cine los resignifica bajo un hilo temporal de acciones e imágenes en movimiento. Desde el nacimiento del séptimo arte, antiguos realizadores utilizaban obras literarias para desarrollar sus propios argumentos, como una gran bolsa de historias de la que se influenciaban estética y narrativamente. Cruces entrañables, como el vínculo amistoso entre Julio Cortázar y Manuel Antin. Podemos afirmar que el cine hereda de la literatura la compleja tarea de describir el mundo. Una imaginería que a veces se encuentra fuera de todo parámetro limitado por coordenadas de tiempo y espacio. Cómo las que trajeron, vivo y palpitante, a este intercambio epistolar, hecho de mutua admiración y exquisito paladar cultural. La pedagoga, periodista y profesora de expresión corporal, Cinthia Rajschimirm se coloca, nuevamente, tras de cámaras con la realización del documental “Cortázar y Antín: Cartas Iluminadas”, poniendo en perspectiva a dos de los intelectos más destacados en materia de cine y literatura nacional que el siglo XX haya podido atestiguar. Realizar un documental acerca de una relación, afectiva y profesional, trazada a través de epístolas, podría resultar lejano en el tiempo, si nos anclamos en las coordenadas presentes, insertos en la era digital. Solo en apariencia. Habitante de un tiempo más romántico y menos automatizado, las cartas postales viajaban cruzando el océano Atlántico: desde Buenos Aires a París, y viceversa. Así se gestó este profundo vínculo, entre el cineasta que admiraba la obra del escritor y deseaba llevar sus textos a la pantalla. Egresada de la Universidad del Cine y autora de “Luis F. Iglesias, el Camino de un Maestro” (2009), “Francisco ‘Paco’ Cabrera, el Canto de un Maestro” (2012), y “Huyendo del Tiempo Perdido” (2014), la cineasta construye en ejercicio audiovisual que vertebra el relato en primera persona del propio Antín con el testimonio de intérpretes que formaron parte de dichas adaptaciones. Allí aparece la idea original que funcionara como mecanismo de ignición: el libro “Cartas de Cine”, que incluyera las epístolas enviadas por Cortázar al cineasta. “Cartas Iluminadas” documenta la amistad forjada en la distancia física y la camaradería artística, fija fotogramas en nuestra memoria emotiva. El género de no ficción fue también uno abordado por el propio director, en formato televisivo: la serie “Los Argentinos”. La figura de Manuel Antín resulta fundamental para comprender dos etapas claves en el desarrollo de nuestra industria cinematográfica. Fue el propio Antín, emblema del nuevo cine argentino, quien supo ser un joven creador fascinado con la obra de una pluma capaz reinventar los modos de narrar. En aquellos años ’60, un tiempo donde Cortázar publicaba obras como “Rayuela” (1963) y “62: Modelo para Armar” (1968), surgía el ‘Nuevo Cine Argentino’, como reflejo de una gloriosa época, enriquecida por la inquieta mirada de autores dueños de encomiable pericia técnica e inclinación vanguardista, nutridas de modo manifiesto por el cine intelectual que se consumía en aquella época y que era furor en clásicos recintos como el Cine Lorraine u otras extintas salas de culto. Ingmar Bergman, Akira Kurosawa y la Nouvelle Vague instalaron en Argentina una nueva forma de concebir, producir y consumir cine. Son estas coordenadas estéticas las que cultivaron la mirada del inquieto realizador. Existe otra veta fundamental en la trascendencia de Antín dentro de nuestro medio: la gestión llevada a cabo en el INCAA, a su cargo durante la década del ’80 al regreso de la democracia, nos brinda una muestra clara de su contribución al séptimo arte: colaboró a posibilitar una serie de hitos que pronto colocarían a la industria cinematográfica argentina como una potencia latinoamericana de primer nivel y con prestigio mundial. Gracias a la repercusión de crítica y público alcanzada por la película “La Historia Oficial” (1985), su éxito trazó el sendero que se continuaría durante la siguiente década. Bajo estos parámetros, se prefiguró una desburocratización de los medios de producción, donde nuevos realizadores debutaban tras las cámaras, rodeándose de talentosos equipos con espíritu de trabajo colectivo. El mismo incentivo que vertebrara a la enjundiosa camada sesentista de la que el realizador formó parte. En otro orden y prefigurando indisolubles lazos, el cuerpo de trabajo de Cortázar ha dialogado con la historia del cine de vanguardia. Pensemos en la fabulosa adaptación de “Las Babas del Diablo”, llevada a cabo por Michelangelo Antonioni, en “Blow-Up” (1966). Si en aquella película, se vinculaba a la imagen y la escritura a partir del simbolismo de ampliación de un registro fotográfico, procesando tal idea a través de un concepto y sus posibles significados, podemos cotejar, en el presente documental, la labor acometida por Antín, hace más de medio siglo ya, para la concreción de “La Cifra Impar” (1962), “Circe” (1964) e “Intimidad de los Parques” (1965). Las tres ficciones transpuestas sobre la obra cortazariana se convierten en el enésimo nexo que cine y literatura trazan, como expresiones artísticas en eterna comunión y sintonía. Rescatando su valía en el tiempo, “Cartas Iluminadas” nos transmite la esencia de dos modernistas del lenguaje en fecunda sinergia transoceánica.
El cine argentino tuvo muchas etapas. La década del sesenta trajo una nueva generación de realizadores que, con mejores o peores resultados, intentaron cambiar los códigos del cine. Lo mismo pasó en todo el mundo. El final del período clásico fue seguido por otro de experimentación e innovación. En muchos casos estos films pasaron por un costado de la historia del cine, ya que el cine comercial no dejó de existir en esos años y estas películas no fueron en su mayoría taquilleras. Pero de este cine y estas ideas surgieron futuros avances para el cine en general. Visto desde el presente, la idea de que Manuel Antín y Julio Cortázar trabajaron juntos en tres films es un lujo que uno quisiera recuperar ya mismo. Con lo popular que es el escritor y con todo lo que hizo el director en las décadas siguientes, es una verdadera joya un documental que recupere esa relación y se la muestre a las nuevas generaciones. Antín siempre fue un enamorado de la literatura y Cortázar siempre tuvo un interés por el cine. Cortázar & Antín: Cartas iluminadas muestra a ambos hombres con su obra, sus ideas, su vínculo. Fueron tres las películas que hicieron juntos. La cifra impar (1962), Circe (1964) y Intimidad de los parques (1965) y el propio Antín ha confesado que Cortázar quería hacer más, pero él no tenía el mismo entusiasmo. Está bien, esta trilogía es parte importante de nuestro cine. La directora Cinthia Rajschmir va mucho más allá de la simple ilustración y consigue editar el material para que no haya un solo momento de más. Todo vale la pena. La siempre interesante Graciela Borges aporta su gracia y sus vivencias, así como el propio Antín es capaz de recuperar lo mejor de la historias. Cortázar, y sus cartas de audio, también son un valioso e irrepetible testimonio. Cualquier admirador del escritor debe ver esta película. Cualquier que crea que el cine argentino son solo un grupo de panfletos perezosos, debe ver esta película y entender que nuestro arte cinematográfico ha tenido todo tipo de exponentes, incluyendo esta sociedad brillante y fructífera.