No me llame más
Los call center son el mal, el ejemplo ineludible a la hora de hablar del trabajo precario, así como Bilardo lo es para el fútbol berreta y tramposo. No se puede no sentir empatía con los trabajadores de esos lugares, de ahí el principal atractivo a priori de Córtenla. La propuesta es simple: exponer la problemática de los empleados de los call center, denunciar a los responsables y llamar a que los trabajadores se organicen porque es la única manera de lograr mejoras en un ambiente laboral pésimo en el que están desamparados.
El principio es lo que mejor funciona narrativamente, donde el director Ale Cohen se dedica a describir las condiciones laborales de estos lugares a través de los testimonios de algunos ex-trabajadores. El recurso de mostrarnos a los entrevistados hablando por teléfono mientras cuentan sus experiencias es innecesario y confuso, porque a veces parece que hablaran entre ellos y otras a un entrevistador invisible, una falla menor pero que distrae. También se nos presentan imágenes un poco clandestinas de algunos congresos donde gerentes, supervisores y la patronal en general comparten alegremente sus ideas para aumentar beneficios y maximizar las explotaciones posibles. Luego veremos entrevistas directas a algunos de esos seres despreciables que dirigen estas empresas repitiendo un palabrerío vacío e histérico, slogan tras slogan ridículo y, sobre todo, con un cinismo descontrolado. Imagino que los realizadores han omitido poner los nombres e información sobre todo aquel que aparece en el documental para evitar problemas de toda índole. Sin embargo, esto le resta un poco de fuerza como material de denuncia aunque no desvía el foco de lo que parece ser el objetivo principio del film: movilizar.
Por otro lado, lo que peor funciona y es un relleno innecesario, es la ficción que se intercala en medio de lo editado: la historia de una mujer mayor que intenta reinsertarse en el mercado laboral entrando a trabajar en un call center. No sólo se ve artificial sino que contiene un montón de gags sin timing y lo peor es que está construido sobre una montaña de lugares comunes y prejuicios que es algo que no debería aparecer en un film que ataca la ideología de los prejuiciosos garcas que manejan los call center. Entiendo que los supervisores, esos forros sinérgicos, esos “asertiboludos” deben ser bastante parecidos al que aparece aquí molestando a la protagonista, pero eso no da derecho a construir una historia con tal nivel de maniqueísmo.
Hacia el final Córtenla empieza a convertirse en panfleto y es cuando menos interesante se vuelve, no porque no sea importante el mensaje que quiere dejar y machacar -los trabajadores tiene que organizarse y defenderse porque el sindicato está caduco y la patronal es una mierda-, sino porque pierde el eje de la narración en pos de la innecesaria repetición de algunas ideas que quedaban claras desde el principio.
Decíamos que es difícil no sentir empatía con la problemática de los trabajadores en condición precaria, pero además podríamos agregar que es difícil no odiar a los imbéciles que manejan estos negocios, cínicos -a nivel de Mourinho- que son lisa y llanamente unos explotadores.