La comedia chilena Cosas de hombres nace de la usina de Nicolás López, director de la versión mexicana Hazlo como hombre (2017) y también de varios éxitos en Chile como Sin filtro (2016) y No estoy loca (2018). Todo ese universo parte de la misma premisa, poner en escena prejuicios culturales e imaginarios sociales desde el prisma de la sátira de costumbres. Pero las películas de López, sin demasiadas aspiraciones más allá que un relativo efectismo cómico y una buena recaudación, no consiguen ejercer ninguna crítica social.
Esta remake, dirigida por Gabriela Sobarzo y en sintonía con la idiosincrasia chilena, se mueve en el mismo terreno. La historia de la salida del clóset de Santi ( Boris Quercia ), seguida por las reacciones homofóbicas de su mejor amigo Raúl ( Marcial Tagle ), acumula en su primera parte chistes previsibles sobre jabones en la ducha, terapias religiosas y un abanico de gags anacrónicos y sexistas. En su segunda parte intenta una tímida deconstrucción -que no le llega nunca al personaje de la esposa, cuya reacción ante la confesión de su marido es espeluznante-, sin riqueza dramática, apoyada en personajes que ni siquiera ofrecen en su caricatura una observación corrosiva.
Más allá de las severas impugnaciones asociadas a la figura de López -acusado de abuso sexual en Chile, lo que originó resistencias al estreno de la película en Santiago-, Cosas de hombres no consigue demasiados méritos propios. La dirección de Sobarzo apenas maniobra con un material muy limitado desde su concepción, que confina el humor a un ejercicio de repetición de fórmulas ya vencidas.