No toca botón
Como artesanos de una batalla de soldaditos de nácar, los veteranos periodistas Rómulo Berruti (del recordado ciclo Función privada) y Alfredo Serra (redactor jefe de Gente) despuntan una singular pasión: el fútbol con botones. Un submundo al que nutren con recorridas por mercerías, botonerías y ¡cuidado! algunas prendas de cuyos dueños estén distraídos.
Los realizadores Daniel Casabe y Edgardo Dieleke reflejan didácticamente cómo unos redonditos privilegiados necesitan un retoque especial para pasar al césped vidriado: lijarlos, rellenar los agujeros con cera, agregarle una pasta cerámica o metal en la base, etc. Es un verdadero arte. “Los de madera, cuero y metal no sirven sino hueso, baquelita, nácar, plástico, esos sí”, dicen. La dupla se ríe con la confianza que dan los años aunque muchas veces se atropellan con sus anécdotas (algunas se desdibujan) mientras se acodan en una barra de tragos casera donde pasa el buen whisky.
Sobre una mesa de comedor está la cancha de fútbol, delimitada con todas sus zonas reglamentarias. Y encima un vidrio para que se deslicen los players. Con una ficha de póker pellizcan cada botón en busca de golpear a la “pelota”, un botoncito metálico. ¿Cuántas jugadas habrán registrado los realizadores para lograr goles de corner y de tiro libre con barrera?
Cada botón parece tener vida propia, con nombres (el “Pícaro” Bordenave, un lindo caso), habilidades (los que hacen saltar la pelota y los que no) y la fidelidad por cada uno, divididos en dos equipos: el Newbery de Berruti, el Pampero, de Serra. La vista fija en la cancha, la estrategia de juego lista, el debate sobre quien está para atacar o defender. Toda esa neurosis botonera se describe en Cracks de nácar intercalado con amplias anécdotas sobre la trayectoria periodística de la dupla.
Para el final, dos brasileños son desafiados a un encuentro. Pero la escena no se amplía, queda trunca y queda la duda cómo salió el partido y el ida y vuelta de las anécdotas. Menos entrevistas y más visión de juego para ese caso. Porque nada es al divino botón.