El legado en un puño
Creed: Corazón de campeón (2015) llega a las salas locales como una nueva entrega de la saga del semental italiano bajo otros matices, conflictos y estrategias, pero ante la misma determinación que marcó a Rocky (1976) como una figura icónica de los ’70 y ’80. El fuego sagrado continúa vigente como nunca en el aura de Sylvester Stallone pero esta vez, enfocado en Adonis Johnson (Michael B. Jordan) el hijo de su más grande contrincante y rival: Apollo Creed. En él, se vuelven a fundir esos grandes momentos que sirvieron de inspiración para grandes y chicos en la cinta dirigida por John G. Avildsen y luego, en su secuela –Rocky II-, bajo el lente del propio Stallone tres años después.
Los problemas con prestamistas, mafiosos y hasta culturales que asomaban en otras décadas, no son los que hoy acarrea el joven Creed. El director Ryan Coogler lleva a la película a otra escala en comparación a otras películas de boxeo. Con planos significativos, las secuencias de entrenamiento y hasta los combates, sacan lo mejor de la saga y lo moldean a esta nueva época moderna, con un aire de nostalgia pero sin duda, renovado. El guión puede flaquear al apurar algunas cuestiones de la trama, pero así y todo resulta eficaz y a tono con la dirección, sin perder el interés por lo que ocurre en pantalla.
Adonis no tiene mayores enemigo que sí mismo y que el fantasma de su padre, quien lo persigue como una sombra sobre cada decisión que toma. Un padre al que conoció por relatos en los gimnasios y en los posters que decoran cada una de sus paredes. Adonis, en la búsqueda por forjar su propio camino y no por el nombre que carga, abandona Los Ángeles y vuelve a donde todo comenzó (o terminó): Filadelfia, estado que fue testigo de la última pelea entre su padre y Rocky. Con el nombre de Adonis Johnson, el hijo de Apollo, comienza a entrenar con Rocky para alejar esos ojos curiosos y morbosos que lo miran con recelo y cuestionamiento. En la relación con su nuevo tutor, tan simbiótica como recíproca, ambos comprenden lo difícil que es convivir con lo que fueron y aceptar lo que pueden ser. Aceptar las peleas que tienen por delante sin titubear ni darse por vencidos, aunque esto fuera lo más fácil o seguro.
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El personaje que interpreta Jordan debió lidiar con conflictos internos muy difíciles de resolver, como una relación inexistente con su padre o si es el hombre que realmente cree. Dificultades que tal vez llega a resolver bajo la tutela de quién representa a la familia más cercana que tiene: Rocky.
No descubrimos nada si decimos que Stallone nació para ser Rocky, pero su interpretación definitiva llegó con Creed. ¿A alguien le causa placer ver a sus grandes héroes de la niñez o adolescencia con arrugas, poco pelo, con el cuerpo cansado y avejentado? En este caso, sí. Su falta natural de estado físico se complementa con la energía que irradia cada conversación con su aprendiz, cada consejo y exigencia, como si los puños que repartió arriba del ring, tuvieran forma de palabras y observaciones.
Michael B. Jordan, en el papel más importante de su carrera, se demuestra con el heredero perfecto y necesario para una franquicia tan importante e imponente como lo es Rocky. La química entre él y Stallone es el punto más rico del film, con sus altibajos y escenas dramáticas. No por nada se confirmó su candidatura como mejor actor de reparto para los Oscars y se quedó con el Globo de Oro bajo esa misma categoría.
El aparato técnico de Creed, encabezado por Coogler ofrece mucho más de lo que podríamos esperar con una fotografía excepcional por parte de Maryse Alberti, quien ya nos deleitó en Los huéspedes (2015). Otro punto a favor es la banda sonora, que a cargo de Ludwig Göransson, decora y manipula a diestra y siniestra cada una de nuestras emociones reflejadas en pantalla. En cuanto a lo actoral, la bella Tessa Thompson encarna de manera eficiente a Bianca, que en el romance con Adonis regala una cuota de sensualidad impactante.
Creed limpia el polvo de la vieja estatua de Rocky, la vuelve a pulir y nutrir de sentimientos y energías nuevas, pero con la misma épica de siempre. La sangre nueva en un corazón cansado que vuelve a latir tan intenso, o tal vez más que la primera vez en 1976, cuando la campana sonaba y el enfrentamiento entre él y Apollo comenzaba.