Cada nuevo regreso de Sylvester Stallone al cine de acción genera chistes y comentarios que van de la admiración por su estado físico a la crítica despiadada por sus 69 años y la obsesión por seguir interpretando papeles para gente con 15 o 20 años menos. Sea como fuere, el hombre que le puso el cuerpo a Rocky por primera vez hace 40 años, está de regreso y con el handicap bien alto.
Como los Rolling Stones, que a 50 años de haber iniciado su historia siguen alternando escenarios, el Rocky Balboa de Stallone se sube y se baja de los rings. Sin embargo, hoy, el otrora titán oficia de entrenador de un boxeador promisorio que es hijo, nada menos, que de Apollo Creed, el campeón con el que el de apellido italiano peleó en el clásico de 1976.
En el punto exacto de la frontera que separa a las secuelas de los spin off, Creed es un film llano y directo sobre la necesidad de sostener y sostenerse. Por eso Balboa sigue llevando adelante su restaurante (que conocimos en el último film de la saga) pero el click de volver al ruedo al menos entrenando a un amateur es su forma de renacimiento personal. Incluso contra sus demonios y pese a una salud que le pasa factura de la peor forma.