Stallone, como siempre con Rocky en la sangre
La nostalgia es la protagonista de esta séptima entrada en la saga de "Rocky". Para empezar, Stallone, que ahora actúa y produce, pero no dirige ni escribe (de hecho es la primera vez que no es el guionista) tiene la misma edad que tenía el venerable Burgess Meredith cuando interpretó a su entrenador en la primera "Rocky".
Pero además de nostalgia hay un nuevo campeón, Michael B. Jordan, como el hijo no reconocido de Apollo Creed, es decir el contendiente y luego gran amigo de Rocky Balboa en la saga. El joven Adonis Johnson nació cuando su padre (interpretado por Carl Wheaters) ya había muerto, y tuvo una dura vida en reformatorios que, más allá de la herencia sanguínea lo convirtió en un boxeador nato. Ya adulto, Adonis es un boxeador autodidacta que, luego de ser adoptado por la esposa de Apollo Creed, tiene un Mustang y un puesto de ejecutivo en una gran empresa. Peror renuncia a todo para ser boxeador full time y para viajar de Los Angeles a Filadelfia para que su "tío" Rocky Balboa se convierta en su entrenador.
La película, de más de dos horas, es no sólo la más larga de la saga, sino que además es demasiado larga a secas. Hay un romance con una cantante que tiene una sordera progresiva (Tessa Thompson) y éste es sólo uno de los varios detalles melodramáticos que abundan en "Creed".
Por supuesto, de todos modos el fuerte son las peleas, especialmente el duelo final en Liverpool entre el protagonista y un salvaje púgil británico interpretado por Tony Bellew. Es una gran secuencia que casi justifica el precio de la entrada, y que permite que en un momento especial desde la banda sonora rica en hip hop se amague con resucitar el viejo e inconfundbile tema musical de "Rocky".
Por otro lado, hay que reconocer que la película está muy bien filmada, y se destaca el buen uso del formato de pantalla ancha. Stallone tiene a Rocky Balboa en la sangre y da gusto verlo de nuevo en el personaje que lo lanzó a la fama.