Con CREED sucede algo bastante similar a lo que sucedió con el nuevo episodio de STAR WARS. Son películas que pueden funcionar, a la vez, como secuelas, remakes y reboots de sagas que comenzaron mucho tiempo atrás. En este caso específico, casi al mismo tiempo, ya que ROCKY es de 1976 y la primera GUERRA DE LAS GALAXIAS –que así see la conoció entonces, vamos–, de 1977. La única diferencia entre ambas es que CREED tiene las características del llamado spin-off, que es cuando se arma una nueva película, saga o serie a partir de un personaje lateral o secundario de una anterior, algo que no pasó todavía en STAR WARS pero que ya sucederá.
En ambos casos, estas remake-cuelas, están hechas con un amor y respeto tal por las originales que no pueden evitar parecerse mucho, demasiado. En lo positivo, saben que pueden lograr efectos similares de pasión que las anteriores al sumar nuevos personajes a probadas tramas. En lo negativo, bueno, uno ya sabe qué es lo que puede esperar que suceda el 80% del tiempo. Eso sucedió en STAR WARS y sucede en CREED. Y si bien no es del todo una buena noticia el grado de conservadurismo que este tipo de decisiones conllevan, es innegable en ambos casos que están hechas por realizadores en control de sus materiales y con talento para poner estos homenajes en la pantalla y transformarlos en experiencias disfrutables. En este caso se trata de Ryan Coogler, realizador de la premiada en Sundance, FRUITVALE STATION.
En CREED el protagonista es Adonis Johnson (Michael B. Jordan, del fallido reboot de LOS CUATRO FANTASTICOS), hijo ilegítimo de Apollo Creed, el gran rival y luego amigo de Rocky Balboa en las primeras películas de la saga. Adonis (que, lógicamente, se hace llamar Donnie) vive de reformatorio en reformatorio peléandose con todo el mundo hasta que es sacado de allí por la viuda de Apollo, quien lo recoge y lo educa en California. A Donnie lo reencontramos un par de décadas después viviendo una vida lujosa (se ve que Apollo, o su viuda, invirtió bien su dinero ganado en el box) y trabajando en una empresa en la que lo están por ascender. Pero el muchacho, obviamente, lleva el box en la sangre y, en horarios fuera de oficina, combate en peleas de mala muerte en Tijuana.
Un día decide dejar todo e irse a Filadelfia a seguir los pasos de su padre. Para eso busca a Balboa (Stallone, ¿quién otro?), que ha dejado el box y sigue tal como lo vimos en ROCKY BALBOA (sexta película de la saga, de 2006) dedicado a su restaurante italiano que lleva el nombre de su difunta esposa, Adrian. Donnie le dice que es el hijo de Apollo y prácticamente lo acosa al avejentado Rocky hasta convencerlo para que lo entrene. Rocky duda, pero no mucho, y pronto estará enseñándole viejos trucos y la sabiduría old school del box de Philly al un tanto creído californiano.
El resto de la trama seguirá pasos similares a la original ROCKY, con un romance de por medio (con una sexy cantante neo-soul encarnada por Tessa Thompson), los demandantes entrenamientos con música ad-hoc, incluyendo la célebre persecución de gallinas, y los combates para los que supuestamente, el pichón de boxeador no está del todo preparado, ya que es pura energía y violencia, pero cero técnica e inteligencia en el ring. En el medio estará en juego la decisión, para él difícil, de usar el apellido de su padre, a quien nunca conoció. El preferiría no hacerlo, pero el “mercado” ruega por otro Creed y la conveniencia es innegable.
Lo mejor de CREED es su intención de “volver a las raíces” pero no sólo en lo que respecta a la trama sino, como también sucedía en la muy buena ROCKY BALBOA –la mejor de la saga luego de las dos primeras–, en regresar al estilo más realista y callejero de la primera película, más cerca de cierta verdad del box de gimnasio que del espectáculo bombástico de las películas posteriores. Eso sucede, al menos, en la primera mitad o un poco más de CREED, que en su segmento final recurre a algunos ganchos un tanto más convencionales (de guión y puesta en escena) que de todos modos funcionan. Como la última parte de la reciente STAR WARS, uno ve lo que ya vio pero no puede evitar estar interesado en verlo de nuevo. Y hasta emocionarse con los resultados…
Coogler y su gran directora de fotografía Maryse Albeti (EL LUCHADOR, VELVET GOLDMINE, HAPPINESS e incontables documentales) le dan un tono fresco y directo al filme, además de algunos planos secuencia lujosos e impactantes como la primera pelea profesional de Creed que parece estar filmada en un solo plano de seis minutos de duración, incluyendo dos rounds con descanso y todo. Coogler es, también, bastante mejor director de actores de lo que lo era Stallone, sacando de todo el elenco (y, especialmente, de Sly) performances más que convincentes, algo que solía ser un problema en algunas de las películas de la saga ROCKY. Gran parte de la responsabilidad de la nominación y casi segura victoria en los Oscars de Stallone es del realizador, que logró sacar al veterano actor de su zona de confort y llevarlo de nuevo a las raíces, a volver a ser el de los años ’70, al menos por un rato.
En casi todos los demás aspectos, podría copiar aquí los conceptos utilizados en mi propia crítica de STAR WARS. Los que amaron la serie desde el principio reconocerán aquí los mejores y más nobles elementos de las primeras películas reconfigurados de manera tal que funcionen como homenaje y continuación a la vez. J.J. Abrams y Ryan Coogler, en cierto sentido, se han encargado de volver a poner en el mapa estas dos clásicas narrativas surgidas en los ’70. Y lo han hecho con profesionalidad, talento y un respeto acaso excesivo por los originales. Los resultados han sido muy buenos, pero no estaría mal cambiar un tanto la receta para los próximos episodios. Y CREED 2 está a la vuelta de la esquina…