Hecho a golpes, Adonis Johnson (Michael B. Jordan) se crió huérfano en los reformatorios. De grande, peleador de la vida, el muchacho consigue un buen puesto en una empresa, y alterna el tiempo practicando box en los gimnasios. Un día se entera de que su madre adoptiva fue pareja del legendario Apollo Creed, el clásico rival de Rocky Balboa, hasta su muerte en un cuadrilátero, y de que él es su hijo biológico. Decidido, Adonis abandona su promisoria carrera en los negocios para dedicarse full time al boxeo, y con la intención de ser algún día campeón se muda a Filadelfia, buscando entrenarse en el mismo gimnasio que frecuentó su padre. Hasta entonces, Adonis era favorito de las peleas casi callejeras que se hacen por dinero en los sótanos de Tijuana. En un cuadrilátero profesional, en cambio, Adonis deja muchos flancos al contrincante.
Tras un tira y afloja exagerado (y aburrido) con el veterano Rocky (Sylvester Stallone), finalmente, el otrora gran campeón accede a entrenar al joven pugilista, que cambia su nombre por el de Adonis Creed, para alentar al marketing. En su primera pelea, Adonis gana por knock-out sin demasiada dificultad. Entonces se arma el gran combate transatlántico, con “Pretty” Ricky Conlan, campeón inglés de Liverpool como su rival, y la epopeya Creed se encamina en el universo Rocky. Aclamada unánimemente como digna sucesora de la saga original, Creed evoca el drama de la primera Rocky, tiene escenas de boxeo técnicamente impecables, superiores a las de aquellos films, y un Stallone maduro y comprometido con su papel de entrenador y padre adoptivo, rol por el que fue nominado al Oscar. Pero es de destacar cómo todos los personajes giran en torno de una ficción centrada en Rocky. Y esa recreación, que es su fuerte, es también su cuello de botella: Creed parece hecha, casi con exclusividad, para los que disfrutaron alguna vez de la saga.