Rocky está de pie
La leyenda continúa: Rocky Balboa está más viejo, solitario y sabio, pero su voluntad sigue tan firme como cuarenta años atrás, al igual que su buen corazón y su culto sincero a la amistad. El reencuentro con un personaje así es bienvenido y ése es uno de los principales alicientes de “Creed: corazón de campeón”, donde el veinteañero director Ryan Coogler retoma la saga del boxeador italoamericano de Filadelfia para contar una historia nueva, pero que contiene casi todos los elementos que garantizaron su inoxidable popularidad a través de las décadas.
Para que el rebrote de la serie sea completo, debía forzosamente mantener presente la figura de Apollo Creed, el arrogante campeón al que Balboa casi vence y que luego se convierte en su mejor amigo y consejero, para morir bajo los violentos golpes de Iván Drago en la patriotera “Rocky IV”. Y los guionistas utilizan para esto un recurso tópico, pero no por eso menos efectivo: incorporar como protagonista a Adonis Johnson, un hijo no reconocido del antiguo campeón, que quiere hacer honor a su mandato de sangre y convertirse en destacado boxeador. Para lo cual, inexorablemente, busca la tutela del veterano Balboa, que pese a estar retirado del ambiente, termina accediendo a ser su entrenador.
El relativamente desconocido actor Michael B. Jordan realiza una eficaz interpretación como el fanfarrón pero noble Adonis, empecinado en superar la sombra que proyecta sobre él la figura de su padre famoso, pero también sus fantasmas interiores. Lo mismo ocurre con Tessa Thompson, quien encarna a Bianca, el interés romántico de Adonis. Pero es Stallone el alma de la película: su composición de un Balboa reflexivo, menos atado a la “sangre caliente” del mundo de los púgiles, pero que todavía conserva la sencillez y terquedad de antaño, es sencillamente impresionante. Es evidente que Coogler tuvo la habilidad de obtener los mejores registros del antaño pétreo héroe de acción, que merece claramente el Oscar.
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Más allá de los evidentes méritos que le caben al resto de los elementos que componen la película (desde el uso virtuoso de los planos secuencia en los momentos de las peleas, hasta el clima nostálgico que impregna la historia y la perfecta ambientación que piruetea con equilibrio entre el interior de los gimnasios y las sórdidas calles de los barrios de Filadelfia) lo más trascendente es esa especie de retorno del avejentado Rocky a sus orígenes. Algo que, con sabiduría, el director devela de a poco, hasta llevarlo al final a las icónicas escaleras del Museo de Arte, para regocijo de los fanáticos. Es cierto que “Creed” carece de esa mirada afectuosa dirigida hacia los trabajadores, el barrio y los personajes marginales, muy presentes en la ya mítica llegada del “semental italiano” a la historia del cine, en 1976. Tan sólo al principio, cuando un preadolescente Adonis se encuentra detenido en un correccional de menores, surgen algunos breves apuntes al respecto. Pese a esto, se mantiene con mucha confianza la premisa rectora de que el ring es una metáfora de la vida.
En los últimos meses corrieron ríos de tinta para sentenciar que “El renacido” de Alejandro González Inárritu, con Leonardo DiCaprio, es la mejor película del año. Puede ser. Pero es innegable que el auténtico “renacido” de esta temporada es, a sus 69 años, Sylvester Stallone. O, lo que es prácticamente lo mismo, Rocky Balboa.