Hijo de Creed, legado de Balboa.
A esta altura del partido, que Rocky siga rindiendo frutos marca sinceramente un hito en la historia del cine. Ha habido capítulos muy buenos, buenos y menos buenos; independientes, comerciales y nostálgicos; ha habido algunos muy enfocados en la acción y otros muy enfocados en el drama. Rocky se ha convertido en una franquicia exitosa, variada, y por sobre todas las cosas, comprometida hasta la médula con su protagonista. Hemos crecido con Balboa en el cine. Lo vimos convertirse en peleador profesional, perder en el ring, consagrarse, perder en la vida, recuperarse, sobrevivir y finalmente lo vemos relegar ese protagonismo para generar un legado. Uno de los personajes más míticos de la pantalla grande vuelve a reciclarse, y con éxito.
Los astros se han alineado. Escritores y técnicos se han puesto de acuerdo para que la transición entre Rocky y Creed valga la pena. No hay una historia fantástica, sino una que ya hemos visto infinidad de veces; pero sí hay, sin embargo, un buen guión. Creed presenta y desarrolla la historia con muy buena calidad narrativa. Pero los méritos del filme apenas comienzan ahí. Más allá de la cuidada historia, de las grandes actuaciones y los pensados diálogos, la propuesta impacta por su contundente dirección. Las peleas han sido filmadas con un gran manejo de cámaras y sobre todo hay una, en la mitad del filme, realizada al 100% con un plano secuencia sublime.
El hijo de Apollo no defrauda, pero lo mejor del filme sigue siendo Stallone, que presenta aquí quizás la mejor actuación de su carrera. Por primera vez el actor debe interpretar a un Rocky vulnerable desde lo físico, y hay que decir que el resultado ha sido verdaderamente convincente. Creed es una muy buena e inaudita continuación de una saga que respeta a su audiencia y a sus protagonistas. Rocky ha envejecido, pero la sigue peleando.