Estreno de Creed, corazón de campeón, de Ryan Coogler; el regreso del mítico Rocky Balboa a la pantalla grande.
El héroe preferido de los estadounidenses no tiene súper poderes. No es aquel que salva a la chica de un incendio o a la ciudad del villano de turno. El héroe favorito es el ciudadano común, que a fuerza de voluntad y capacidad, lucha contra todos los prejuicios para salir adelante en la vida y construir el sueño americano. Esos son los valores y la moraleja que intentó inculcarle Sylvester Stallone a su máxima creación, Rocky Balboa, hace 40 años atrás, inspirado en sus propias experiencias de vida.
Después de cinco secuelas, todas escritas por el protagonista, llegó la hora de pasar la antorcha y construir un nuevo héroe, más joven y acorde a los nuevos tiempos. Esta vez no se trata del hijo del protagonista, que fuera la esencia de la quinta y decepcionante entrega, sino de Adonis, el descendiente no reconocido de su eterno rival, amigo y mentor, Apollo Creed.
Adonis tuvo una infancia dura en orfanatos, hasta que su madrastra decide criarlo otorgándole los beneficios económicos de ser el heredero de la fortuna Creed. Pero, el chico siempre busco una identidad propia, alejada del mito del padre, y quiere convertirse en un boxeador profesional alejado del apellido que le podría dar fama. Para eso se muda de California a Filadelfia y pretende entrenar con la única persona que estuvo con su padre hasta el final, el mítico Rocky Balboa, ya anciano, solitario y dueño de un restaurante.
Ryan Coogler, joven y premiado realizador de Fruitvale Station, decide construir una especie de fanfilm de la obra original de 1976, conservando la estructura narrativa del luchador que empieza desde abajo y tiene la posibilidad de pelear por el título mundial. Por supuesto, que dentro del entrenamiento está luchar contra sus propias sombras, los fantasmas del pasado, el ego y otras pruebas. Habrá un interés romántico y encontrará una figura paterna en el antiguo rival de su padre
Así como Star Wars: el despertar de la fuerza y Jurassic World, Creed cruza esa línea entre el homenaje, la remake y la secuela para despertar el interés de una nueva generación por una saga que parece no tener fin. Y sin embargo, el talento como narrador clásico de Coogler, permite disfrutarla como obra independiente. Si bien está llena de citas y guiños al fan, el realizador comprende en que debe enfatizar para construir una emoción genuina. El personaje no es perfecto. Esa imperfección permite empatizar con el espectador. Las peleas tienen un gran nivel de tensión y suspenso, y Coogler las filma con solvencia, arriesgándose a diseñar planos secuencias meticulosos que ayudan a introducir al espectador en cada lucha. El relato está equilibrado entre la narración deportiva y la emotiva, pero nunca de manera forzada. Incluso los golpes bajos no derriban el ritmo.
Creed es fluida, inspiradora y entretenida. Le da protagonismo a la ciudad –así como la original- y exhibe su evolución a lo largo de 40 años. Pero la llama de la película no tendría esa vitalidad si no fuera por su notable trío protagónico, compuesto por Michael B. Jordan, promesa del cine industrial de Hollywood, Tessa Thompson, notable descubrimiento y el legendario Sylvester Stallone, al que no le pesan los años tanto como a Rocky, y no tiene problemas en delegar el protagonismo para asumir un rol secundario esencial con el personaje que le dio mayores alegrías personales. La naturalidad y el temperamento que impone el semental italiano es maravilloso, y no caben dudas que todos los honores que le están reconociendo por esta interpretación, son merecidos.
Creed es un hermoso tributo a una saga que se ganó merecidamente un lugar entre las películas más admiradas y amadas por el público mundial por casi media década. Es una demostración que los mitos siguen vivos, y el cine clásico bien ejecutado siempre es efectivo