Aprender quién soy, para mí y para los demás
Todos, de diferentes maneras, tenemos que luchar con un legado que nos precede, con todo un conjunto de tradiciones que nos forman, que van construyendo nuestras identidades, y a la vez nos condicionan a futuro. ¿Estamos destinados a repetir sus caminos o tendremos la chance de desarrollar nuestras propias rutas? ¿Hasta qué punto los lineamientos que nos imponen siendo hijos determinan nuestras futuras decisiones? ¿Cuánto pesa el apellido que tenemos?
Todas esas preguntas rondan el relato de Creed: corazón de campeón, donde el director Ryan Cooger repite la operación estructural de su ópera prima, Fruitvale Station, desarrollando nuevamente el camino del héroe, aunque en vez de seguir la senda trágica, va para otro lado, permitiéndole a sus protagonistas concretar sus sueños y deseos, aunque sea de formas no lineales. Porque el camino de Adonis Johnson (Michael B. Jordan) no será simple y lineal, el ser hijo del gran campeón Apollo Creed lo pone en una posición problemática: ¿cómo hacerse cargo de ese pesado apellido? ¿Cómo ir trazando su propio rumbo? ¿Cómo ir construyendo su propia historia? El acto heroico de Adonis pasará por el aprendizaje, por encontrar el punto de equilibrio entre ser Adonis y no Apollo, pero caminando por la vida siendo un Creed. El método pasará por ir adquiriendo una identidad boxística a través del entrenamiento con Rocky Balboa, el que fuera el gran rival de su padre, pero también su amigo. Lo deportivo, como en toda la saga de Rocky, pasará a confluir con lo personal. La práctica, la disciplina irá terminando de definir a la persona.
Lo de Rocky será distinto, aunque si se lo va pensando, no deja de ser similar. El ya sabe quién es, o más bien quién ha sido, es consciente de las estructuras que componen su pasado, de qué ha significado para los demás. Su aprendizaje pasará por empezar a aceptar quién es, cuál es su presente, lo que puede darle a los otros, a que todavía puede dar pelea, aunque sea desde el rincón, ubicándose en un segundo plano. Desde la enseñanza también se aprende, no cualquiera sabe transmitir su conocimiento y experiencia. La pequeña épica de Rocky será el convertirse en un mentor, en un maestro que sepa hablar pero también escuchar, valorando al alumno.
Coogler, para contar esta historia de aprendizaje, de conocimiento, de autoconocimiento y de conocimiento del otro, recurre a las herramientas lógicas e indispensables, que son las cinematográficas. Desde lo formal, el contenido y lo narrativo, Creed: corazón de campeón respira en todo momento cine. El director demuestra, en cada plano, en cada segundo, cuánto conoce, respeta y quiere al género deportivo, ese género hecho de personas que aprenden a ser desde la evolución como deportistas, donde el profesionalismo disciplinar se fusiona con todo lo personal. Lo hace, en primera instancia, haciéndose cargo de que toma la posta de una saga inoxidable, plagada de pequeños grandes momentos y que a pesar del paso del tiempo sigue teniendo elementos para aportar a la actualidad. Ahí tenemos el plano de Adonis observando el video de la pelea entre Rocky y su padre, imitando los movimientos, copiándolos, y a la vez buscando adquirir un estilo propio, intentando lidiar con esos gigantescos referentes. El cine de Coogler dialoga con el cine de Stallone, lo interpela, le pide en cierta forma permiso, pero también se planta firme y le dice que pase lo que pase va a recorrer su propia senda.
De lo que viene la segunda instancia, porque Creed: corazón de campeón es tan respetuosa con el legado cinematográfico que la precede como libre para ir delineando su propia visión sobre el boxeo, las relaciones entre maestros y discípulos, la mujer como entidad de reparto pero fundamental para apoyar al boxeador, lo que implica crecer, la forma en que lo físico juega su papel, el rol de lo icónico y los significados de los nombres propios. Por eso el notable plano secuencia de la primera pelea, esos varios minutos plagados de tensión donde Adonis se da a conocer y Rocky deja en claro su nueva función como entrenador. Allí no hay simple manierismo ni un director queriendo evidenciar su sapiencia (cosa que alguien como Iñárritu nunca aprendió y por eso hace cosas como El renacido): hay personajes animándose a enfrentar sus miedos y limitaciones, empezando a decirle al mundo quiénes son, dónde están parados, qué es lo que quieren, con los dientes apretados, a los puñetazos.
Si hay algo que queda claro, es que una saga que parecía haber clausurado sus posibilidades a partir de ese cierre estupendo que era Rocky Balboa, con Creed: corazón de campeón demuestra que puede empezar a contar sucesos nuevos, para nada estirados o forzados, sino plenos de vitalidad. Y que Coogler puede ya tener su pequeño lugar en la historia del cine de los últimos años, porque va trazando una serie de conflictos, diálogos y secuencias que llevan a que no sólo Jordan encarne a un protagonista plagado de matices, sino que Stallone entregue la actuación de su vida: su Balboa es un tipo que lucha a partir y contra su experiencia, a partir y contra sus años, que da pelea a partir de determinadas frases perfectas pero también desde las cicatrices que marcan su cuerpo. Lo suyo es la pura dignidad -aún en la enfermedad, cuando su cuerpo flaquea-, la dignidad de un peleador que combate unos rounds extra no por mero voluntarismo, sino para seguir aprendiendo. Stallone ya es inseparable de Rocky, pero está lejos de la sátira, de la mera reproducción de gestos ya conocidos, lo que brinda es la pura superación, la constancia de que siempre se puede evolucionar. Esa certeza, hecha de un sinuoso recorrido, se traduce en emoción, emoción que sólo puede transmitir un animal cinematográfico como Stallone/Balboa.
Podrá parecer una obviedad, pero el aprendizaje no tiene edad, y no discrimina funciones o personalidades. Creed: corazón de campeón nos dice esto con una enorme potencia audiovisual, con una convicción de fierro. Y nos persuade de que no hay nada más heroico que aprender, mostrando a un alumno y su maestro, fusionando los roles. La fisicidad hecha enseñanza, eso es Creed: corazón de campeón.