Si alguna vez alguien hubiese pensado que la épica historia de Rocky Balboa terminaría en un pastiche, que sólo quiere sumar golpes de efecto y momentos sensibleros a expensas de un contexto social marginal y la utilización del recurso de la enfermedad como tema narrativo, la historia previa, tal vez, hubiese querido que las entregas anteriores terminaran de otra manera para evitar caer en comparaciones.
Pero como el género de cine de boxeo, uno de los más sólidos y con más exponentes hasta el momento, es también uno de los más recurrentes y reiterativos, cuando un producto como “Creed: Corazón de campeón” (USA, 2015) llega a las pantallas, con una impronta que lo quiere posicionar como el nuevo referente, todas las especulaciones son echadas por la borda porque en el fondo no termina aportando nada.
En “Creed…” un joven Adonis Creed (Michael B. Jordan) dejará su profesión y estudios para dedicarse de lleno al mundo del boxeo.
Descendiente de un linaje épico pugilístico, el muchacho decidirá contactar al viejo amigo de su padre Rocky (Silvester Stallone) para, de alguna manera, lograr cierto prestigio y protagonismo dentro del cuadrilátero, el mismo que su progenitor supo conseguir.
Pero Rocky al principio se niega a la tarea, porque sabe que en el fondo puede costarle, tal como a su viejo amigo Apollo Creed, la vida, y como no quiere esto para el joven, hasta el último momento dudará de confirmarle si será él quien lo guie por el duro camino del entrenamiento y el perfeccionamiento.
Mientras espera la decisión de Rocky, Adonis decide comenzar con otro entrenador, y comienza a relacionarse con una joven música (Tessa Lynne Thompson) que le ofrecerá al filme la cuota necesaria de romance para también atrapar al posible y cautivo público femenino.
Pero este aditamento, a diferencia de la saga Rocky, sólo suma en cuanto a momentos innecesarios que intentan sumar características negativas del protagonistas en tanto hombre que cela a su mujer (una joven que intenta hacerse paso en el camino de la música).
Y cuando la mezcla de todas las películas anteriores, en apariencia, comienza a funcionar, el poco carisma del protagonista (que hace un esfuerzo sobrehumano para mostrarse como el intérprete ideal de la historia, y que ya trabajó con el director en su filme anteiror) y el tedioso guión (con largos parlamentos acerca del esfuerzo y la pasión necesaria para alcanzar las metas) que desborda lugares comunes, hacen de “Creed: Corazón de Campeón” un producto más pensado para la pequeña pantalla que para el cine.
La intervención de Rocky como el mesías y mentor de Adonis, y que en esta oportunidad deberá dejar su estoicismo al ser atravesado por una dura enfermedad, y la recuperación de la genial Phylicia Rashād como la madre del boxeador, son los puntos más fuertes de un filme al que no sólo le sobran minutos, sino que también le falta la potencia de la épica, la adrenalina, y la pasión que supo tener, otrora, la saga original de Rocky.