La de Rocky es una saga de culto entre varias generaciones. Tras seis entregas en tres décadas (1976-2006) se produjo un largo silencio que terminó en 2015 con la notable Creed. Si aquella película dirigida por Ryan Coogler y protagonizada por Michael B. Jordan funcionaba como un spinoff con vuelo propio, Creed II vuelve a las fuentes. Que el nuevo guion haya sido escrito por Sylvester Stallone garantiza que esta historia clásica y eficaz recupere el espíritu de las Rocky originales.
Está claro que en la comparación el novel director Steven Caple Jr. pierde frente a un Coogler mudado a las grandes ligas ( Pantera negra) y que en varios aspectos Creed II está más atada a las fórmulas del subgénero boxístico que su predecesora. Pero aun con sus lugares comunes y golpes de efecto (que no se preocupa en maquillar, porque cree en ellos) esta secuela entretiene e incluso emociona.
El Adonis Johnson del otra vez muy convincente Jordan es campeón de peso pesado con la sabia conducción de Rocky Balboa (Stallone), pero en su camino se interpondrá Viktor Drago (Florian Munteanu) -hijo de Ivan (Dolph Lundgren), responsable de la muerte de su padre- por lo que todo excederá lo profesional para convertirse en una venganza personal. La película cabalga con convicción entre la intimidad familiar, esa relación padre-hijo que mantiene con Rocky y los altibajos de toda épica deportiva. Nada demasiado innovador, pero con una narración construida a puro rigor, nobleza y perserverancia.